Sin duda, nos define más aquello por lo que nos sentimos incapacitados, o imposibilitados, que lo que nos hace sentirnos poderosos. Y es llamativa la tendencia, creciente, a situarse desde el lado del poder, de la posición del podemos, cuando ésta es sólo una de las formas más precarias, y endebles, del existir. Leo de Víctor Gómez Pin que "no podremos nunca tener certeza alguna del origen del lenguaje", de Josep Maria Esquirol que "por mucho que avance la ciencia, nada de nada sabríamos sobre el hecho de que tú y yo estemos aquí", de mis alumnos de Valores que Eduardo Manostijeras "nunca podrá verdaderamente amar"; y, sin embargo, nos empeñamos en creer que todo lo sabremos y que es cuestión de tiempo que resolvamos todos los misterios. Me desconcierta, la verdad, que el hombre de hoy no vea todo lo que genera la experiencia de la imposibilidad y, en su lugar, siga empecinado en querer convencerse que todo lo puede.