Estoy escuchando que el plan de las autoridades educativas para el próximo curso es hacernos trabajar de cuerpo presente por las mañanas y en la distancia por las tardes. Debe parecerles que, como es en la distancia, entre pantallas, nubes y plataformas, uno está sólo de forma espectral. Pero muy a pesar mío, también hay un cuerpo, no sé si pensante, pero sí posante. Un cuerpo que ha de ocupar un espacio, consumir una energía, desocuparse de otras tareas, y, como dirían nuestros clásicos, que ha de pensar. El asunto es que al otro lado, donde no hay diálogo ni reflexión ni convivencia, el pensamiento ya no sé si es posible. Sería esta una pregunta que podría encabezar cualquiera de nuestras órdenes instructivas: ¿es posible el ejercicio del pensar, o del enseñar, sin estar unos junto a los otros? Se dirá que son los pensamientos los que están junto a los otros, pero ni hay juntura en la distancia y ni hay pensamientos que sean sustantes.
En cualquier caso, ahí estaremos para dar lo mejor de nosotros, instruyendo a nuestros alumnos con nuevas órdenes, obedeciendo las nuestras con una sonrisa en las cara, compadeciendo a padres que se han ido al paro, apaciguando al compañero que ya no aguanta más porque pierde la Wifi por el vecino. Ahí estaremos para todo eso y mucho más, incluso en los ratos libres, para discutir con nuestros colegas sobre las ventajas e inconvenientes de la teleeducación. Sí, ahí estaremos. Pero es que es eso, que sólo estaremos, y ya no sé si pensaremos, o nos rebelaremos, o desapareceremos, o nos convertiremos. Porque para vivir estando, aunque sea ahí, para lo que sea o lo que venga, a cualquier precio, están ya las piedras.
Belchite. J.A. Porcel