Las luces no siempre dejan de lucir porque se apague el interruptor. Rara vez, pero ocurre, lo inesperado entra en escena sobrecogiendo a quienes conservan intacta la visión. La melodía de lo sempiterno inunda la sala y ya nadie sabe si aquellas siguen encendidas o apagadas. Es en esos momentos cuando uno descubre que lo verdaderamente otro no se encuentra en este lado:
“Cuando entró allí
con el grial que llevaba sobrevino tan gran claridad que todas las velas
perdieron su luz como las estrellas y la luna cuando sale el sol.” (Chrétien de Troyes, El cuento del grial)