De nuevo, interesantísima la clase de hoy de Iniciación a la Filosofía, que me ha recordado una de las películas que con más devoción veía en los años noventa. ¿Qué película? Rashomon, de Akira Kurosawa. Tendría diecisiete o dieciocho años cuando me llamó la atención esa frase magistral de uno de los personajes que afirma aquello de que, más terrible que las catástrofes, accidentes, barbaries, crímenes e injusticias humanas, es el no poder confiar en los demás. ¿Por qué habríamos de confiar cuando nadie cuenta de veras la verdad? Hay que ver la película para comprender el sentido profundo de la idea... Pero también me ha sugerido que no es lo mismo mentir que "vivir en la mentira", y que Kant, el filósofo de la luz y de la ilustración, que con tanto apasionamiento explicamos en clase, no ve esta diferencia cuando condena la mentira como una violación del orden establecido por una moralidad burguesa. Vivir en la mentira es mucho más corrosivo y perjudicial que mentir, limitado siempre a un número de ocasiones, porque mientras que el daño de una mentira puede pagarse con el reconocimiento y el perdón, el daño de vivir en la mentira, la mayoría de las ocasiones, se paga con la vida, y entonces ya es demasiado tarde.