domingo, 1 de marzo de 2020

La ventana discreta

Debe ser por nuestra condición de seres situados, anclados a una perspectiva, por lo que tendemos a pensar que lo otro no puede entrar a formar parte de nuestra vida. Lo otro es siempre lo que no pensamos cuando hacemos las cosas, lo que no decimos cuando las valoramos, lo que no vemos cuando las miramos. Pero el tiempo enseña que también lo que no alcanzamos a ver, a sentir o a conocer puede entrar a formar parte de nuestra vida, hasta transformarla, o incluso aniquilándola. Sería un experimento cinematográfico interesante la realización de remakes desde aquellos otros puntos de vista que no alcanzaron a ver ni a conocer los protagonistas en las originales. ¿Os imagináis una película relatada desde la mirada de Lars Thorwald de La ventana indiscreta? ¿No sería interesante completar la perspectiva del voyeur con la de quien es discretamente mirado? Seguramente, posicionados en la situación de malhechores, hubiéramos convenido en trazar planes más elaborados para aplacar a mirones como Jefferies.


Sí, lo que no vio Thorwald es que había objetivos de cámaras que sobresaliendo en las mañanas de los domingos estaban ya formando parte de su vida. Tampoco los habitantes de Bahía Bodega de Los pájaros pudieron imaginar que las aves, hasta el presente seres vulnerables de un mundo necesitado de belleza, iban a ingresar en el mundo humano arrancando las cuencas de sus ojos. Miramos el mundo desde una perspectiva, creyéndonos poseedores de ella, como si toda ella nos perteneciera y, lo que es más presuntuoso, como si toda ella fuera nuestro mundo. No, hay mucho más al otro lado, de las cosas, de sus sentires, del silencio.