ENSAYOS
1
No digas nada,
pon tu silencio a prueba.
No será por tu boca por donde llegue
la palabra,
sino a través de la muralla de tu carne,
de tu piel y de tus ropas.
No vivas del desgarro
ni hagas de tu cuerpo herido
una sanguinolenta estatua de san Sebastián,
o del Cristo atado a la columna,
que las turbas celebrarían con unívocos cantos.
Acepta que la palabra nazca
cubierta de tu vieja miseria : límpiala
y mírale con amor a la cara,
al sinsentido de su ser.
No busques tus ojos en sus cuevas
donde reside la noche silenciosa de la luz
que, alcanzado el día, propiciará nuevos desvelos
a quien la llame y escuche,
tal es la condición de los enamorados ojos
capaces de leer en los vacíos:
el deseo.
(Miguel Porcel Berdala, 4 de Diciembre de 2000)
jueves, 25 de diciembre de 2008
sábado, 13 de diciembre de 2008
Mitos contemporáneos
Cuando la literatura se pone al servicio de los deseos más inconfensables del ser humano surgen monstruos como el de Frankenstein, Mr. Hide o el hombre invisible, que luego el tiempo, por el ideario imaginario colectivo, acaba convirtiendo en mitos contemporáneos. Esos personajes, junto a sus respectivos científicos creadores, no sólo expresan la naturaleza humana más secreta: rememoran también la tradición cultural que ya se inicia con el relato del Génesis. En efecto, es patente que los creadores imaginarios de estas criaturas evocan el pecado original que Adán y Eva cometieron al comer la manzana del árbol de la ciencia del bien y del mal. Por la acción transgresora de la ley divina, propiamente humana, los personajes bíblicos, lo mismo que los literarios, son definitivamente expulsados del paraíso y castigados con el dolor, la vergüenza, el trabajo y la muerte. Todos ellos acaban convirtiéndose en víctimas de su acción transgresora y sucumben al destino que ya les tenían preparado los dioses.
Si asomaran ahora la cabeza M. Schelley, H. G. Welles o Stevenson, ¿qué pensarían de un mundo en el que se han cumplido sus profecías del trasplante y la regeneración de órganos, la invisibilidad de la materia o la alteración química de la personalidad?, ¿pensarían airosos que al fin se ha conquistado la libertad de la que goza quien satisface plenamente sus deseos más oscuros?, ¿o, por el contrario, agacharían de nuevo la cabeza como no queriendo formar parte de un mundo esencialmente transgresor y demoníaco, temerosos del castigo colectivo de los dioses?
Para una mayor profundización en el tema os recomiendo el curso que va a impartir la profesora de filosofía Cecilia Español Díez, en el CPR de Logroño, Cine y filosofía: mitología moderna del terror (más información en http://www.cprlogrono.org/)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)