domingo, 1 de noviembre de 2020

Eternidad de tierra

El mundo de los eternamente muertos. ¿Es todavía posible más allá de la ficción? Algo así como lo que plantea Jünger en El problema de Aladino: un cementerio que albergue, de una vez y para siempre, el recuerdo de quienes una vez llenaron la vida. Que en el fondo es un alegato contra la caducidad y la obsolescencia, pero también contra la banalidad y la espectacularidad que no dejan ver ni las sombras de las cosas. Quizá, una vuelta a la permanencia de las cosas, a eso que los antiguos vieron como origen y fundamento de la ciencia, sin lo cual la vida y sus leyes, también con sus opiniones, sería imposibles. 

Ahí va mi pequeño homenaje al día de los difuntos:

Yo había pensado en una necrópolis de magnitud universal, en una ribera para la barca de Caronte, y también en volver a revestir a los muertos de su dignidad. La cultura descansa en el culto a los muertos; disminuye con la decadencia de las tumbas o, mejor dicho: esa decadencia anuncia que esto se acaba. De cualquier manera, me sigue pareciendo una buena idea evocar a los muertos y procurarles una morada antes de que el progreso nos aniquile. Además, semejante morada conservaría también entonces, y precisamente entonces, su sentido. (El problema de Aladino)