El mundo de los eternamente muertos. ¿Es todavía posible más allá de la ficción? Algo así como lo que plantea Jünger en El problema de Aladino: un cementerio que albergue, de una vez y para siempre, el recuerdo de quienes una vez llenaron la vida. Que en el fondo es un alegato contra la caducidad y la obsolescencia, pero también contra la banalidad y la espectacularidad que no dejan ver ni las sombras de las cosas. Quizá, una vuelta a la permanencia de las cosas, a eso que los antiguos vieron como origen y fundamento de la ciencia, sin lo cual la vida y sus leyes, también con sus opiniones, sería imposibles.
Ahí va mi pequeño homenaje al día de los difuntos:
Yo había pensado en una necrópolis de magnitud universal, en una ribera para la barca de Caronte, y también en volver a revestir a los muertos de su dignidad. La cultura descansa en el culto a los muertos; disminuye con la decadencia de las tumbas o, mejor dicho: esa decadencia anuncia que esto se acaba. De cualquier manera, me sigue pareciendo una buena idea evocar a los muertos y procurarles una morada antes de que el progreso nos aniquile. Además, semejante morada conservaría también entonces, y precisamente entonces, su sentido. (El problema de Aladino)