Uno de los programas educativos actuales para favorecer el estudio de una segunda lengua es el Proyecto de Sección Bilingüe, implantado ya en la totalidad de la comunidades autónomas y con visos de extenderse por los centros de enseñanza secundaria. La idea es sugerente: que el alumno ejercite lo más posible la lengua extranjera que quiera aprender estudiando otras asignaturas, como Geografía e Historia, Educación plástica y visual, Educación para la ciudadanía, Educación Física, Matemáticas, Tecnología, en ese idioma. Sin entrar en los problemas pedagógicos, laborales o jurídicos que la implantación actual de este programa puede generar, me gustaría reparar en la falacia en la que se sustenta dicho programa. Y, bueno, en matemáticas todavía me pudieron enseñar (afortunadamente en castellano) que un sistema lógico apoyado en una falacia es inconsistente. El sofisma es el siguiente: Si al profesor participante del Proyecto de Sección Bilingüe se le exige un determinado nivel de inglés, francés o alemán (B2) es porque se entiende que va a necesitar de dicho nivel para participar adecuadamente en el programa. Entonces, si en efecto, como es su obligación, hace uso de ese nivel en sus clases, el alumno, principal destinatario del programa, no va a poder entenderle, pues precisamente la finalidad del programa consiste en que el alumno domine no ya ese nivel del idioma extranjero, sino otro inferior. Es decir, estamos presuponiendo que para realizar adecuadamente el programa se requiere haber conseguido lo que se pretende con dicho programa, y esto, señores, es una petición de principio.