sábado, 14 de enero de 2023

Belleza

En la tarde del viernes de ayer, acompañado de dos o tres personas más en la sala, como queriendo escaparnos de la siesta española, me decidí a ver la última de Hong Sang-Soo, titulada La novelista y su película. Me gustó, me gustó mucho, como un soplo de aire fresco en este aire contaminado de ruidos y efectos que golpean. No voy a definirla porque no se puede definir. Es una de esas películas a las que uno entra o se queda fuera desde el comienzo. Y si entras, ya no puedes salir. Un paseo por la vida, porque el día que viven los personajes podría estar sucediendo, también, en cualquier lugar donde hay palabras que decir y corazones que sentir. Y una superación del arte a través del arte, en el que ya no importa la trama y sin embargo sí estar juntos. Un encuentro de artistas hastiados de tener que revestir de ficción al mundo cuando el mundo es sobradamente hermoso, y todavía más hermoso de lo que pueda decir o presentar el arte. Solo hay que querer mirarlo, disfrutarlo, compartirlo, renunciando entonces a uno mismo y a su decir, y a ese empeño fútil de exagerar con palabras lo que sobrecoge y embellece. ¿Y por qué no hacer una obra de arte que sea testimonio espontáneo de la vida? De esto, y de mucho más, va la película…