También la eternidad palidece con la llegada del momento. El tiempo del reloj da las horas, que segmentadas se hacen infinitas y eternamente abstractas, pero es el momento lo que origina que el tiempo dé las horas, y que ellas no terminen, como el sentido origina los lenguajes con sus traducciones. Momento de espera, de añoranza, de reencuentro, a la luz del cual todo lo demás se vuelve indiferente hasta casi desaparecer, como hacen los árboles y bosques para el corazón amante, siempre expectante.
Reflexión del 8 de septiembre
Reflexión del 8 de septiembre