Rodeándonos de infinto mar
acaricia mi rostro suave
un rayo de fuego amarillo
que atraviesa la oscuridad
La memoria como el olvido
borran el tiempo de todos,
cuando esa esperanza ilusa
se desvanece como un ayer
El corazón siente apagarse,
mas una música se acerca
que el viento impasible lleva
de un lugar invisible al ojo
En aquella música adivino
que mi muerte no es la tuya,
que lo íntimo yace siempre
donde la tierra da forma.
A mi madre,
2 de Mayo de 2010