viernes, 25 de junio de 2021

La historia que todo lo sana

En un reino lejano había un joven conocido como el hombre que contaba “la historia que todo lo sana”. A quienes se sentían tristes alejaba la tristeza para siempre, a los melancólicos les devolvía la esperanza, y a los enfermos la vitalidad de los cuerpos sanos. Tal fue su fama que llegó a oídos de un rey que veía cómo su reino se debilitaba por el contagio de una extraña enfermedad.

El rey, antes de que se marchitara el último de sus tulipanes, imploró al joven que entonara “la historia que todo lo sana”. 

Cuando éste la hubo entonado y los pájaros reanudaron su canto, el rey pudo gobernar como gobiernan las estrellas el cielo y las olas los océanos.

Colonialismo digital

Los grandes colonos de nuestros días, que verán crecidas sus arcas mientras el mundo de los de abajo se desmorona, han basado su ambición en el único objetivo de convencernos de que cuanto pensamos, sentimos y queremos debe ser exhibido, anunciado, para que adquiera el estatuto de realidad. En el momento en el que uno ya no mira el mundo, o no experimenta el brillo en la mirada de los demás, y en su lugar aparecen ojos artificiales colgados de los infinitos alambres que pueblan hogares, ciudades y mares, se confirma, una vez más, el poder de quienes hacen de la falta el alimento para capturar la vida entera.

Sin embargo, lo que no saben estos capturadores es que la vida sólo puede ser amada, y cantada.



"En el sistema tecnológico ocurre todo lo contrario. Sus moradores no dejan de estar constantemente conectados. La hipercomunicación garantiza la transparencia. Son los mismos «usuarios» los que gozan exhibiéndose en rituales de exposición que nadie pone en duda. Cualquier viaje, cualquier celebración, comida o suceso tiene que ser anunciado en la red. Si no se hace así parece que no alcanza el estatuto de realidad. A diferencia de lo que narra Kafka al final de El proceso, la vergüenza ya no nos sobrevive. El sistema tecnológico impone la lógica de la exhibición total, de la afirmación sin límites, de la positividad extrema, de la desvergüenza." (Joan-Carles Mèlich, La fragilidad del mundo)