Cuando se dice de los profesores que descansan en verano, como queriendo decir que en su profesión solo está dar clase a sus alumnos y que, a falta de estos, ya no pueden ejercer, se olvida un aspecto esencial de cualquier forma de enseñanza.
Se olvida que los veranos, además de tiempo de
familia y amigos, es tiempo de renovación y depuración, y es que, esas ideas y
conocimientos que ya fueron amorosamente transmitidos en el curso que se deja,
han de dejar paso a los nuevos que esperan ser estrenados. Y así es como he
dado con esta maravillosa edición de las fábulas de Esopo, ilustradas por
Arthur Rackham, que, a buen seguro, darán para nuevas y enriquecedoras
reflexiones y comentarios.
Y, si no, id pensando sobre lo que nos pueden decir el tacto y el gesto, que es tanto, que pueden llegar a descubrir lo que no dice la palabra.