sábado, 24 de septiembre de 2022

El joven que quiso aprender lo que era el miedo

A los hermanos Grimm se les conoce por cuentos como Caperucita Roja, Hänsel y Gretel, La Cenicienta, Pulgarcito, Los músicos de Bremen, El sastrecillo valiente, y tantos otros que llenaron nuestra infancia en aquellas largas noches de colegio. Y es interesante el modo como en otros muchos de sus relatos, la mayoría desconocidos –pienso ahora en La niña de María, El fiel Juan, Hermanito y hermanita, Los tres hombrecillos del bosque…-, trata temas muy presentes en la filosofía y el pensamiento de la época, como las tensiones entre el amor y el odio –como fuerzas cosmológicas, pero también psicológicas-, el papel combativo de virtudes como el valor y la curiosidad frente a la adversidad, o el valor de la amistad y la lealtad como vínculos que sobreviven a los poderes presentes corroyentes. Es muy interesante el modo como los hermanos Grimm plantean lo que en su tiempo, y antes que ellos, otros filósofos estaban tematizando con arduas y sesudas teorías sobre el ser humano y las emociones.

Todavía no ha llegado el segundo tomo, pero ha habido un cuento, o más precisamente, un fragmento que me ha llamado especialmente la atención. Es un cuento titulado Cuento del que fue a aprender lo que era el miedo. Trata de un hijo que, debido a una estupidez natural, y que a los ojos de su padre era minusvalorado frente a su hermano mayor, no podía comprender ni aprender nada. Sin embargo, y he aquí lo genial del cuento, este joven algo testarudo y falto de luces, por un afán natural de aprender a sentir el miedo –pues no podía hacerse una idea de lo que significaba la expresión “se me ponen los pelos de punta”-, termina envuelto en una situación por la que acaba viviendo en sus carnes el secreto del dolor, y del amor. De alguna manera, este joven personaje, por el que nadie daba un duro, descubre en él mismo lo que otros en una vida llena de sesudas y arduas reflexiones nunca llegaron a comprender:



“Ése es el problema del protagonista del Cuento del que fue a aprender lo que era el miedo, un muchacho al que todo le da igual porque desconoce lo que es el miedo. Hasta que termina casándose con una princesa, y ésta, con ayuda de una de sus doncellas, le arroja por encima un balde lleno de agua y de pececillos, que al moverse sobre su cuerpo le hacen temblar por primera vez. Una cama empapada, un mundo de aletas y colas, escalofríos, una novia que quiere jugar… Sea lo que sea lo que significa todo eso, es indudable que tiene que ver con el amor. Por eso tiembla, porque no sabe lo que le pasa ni lo que tiene que hacer, que es lo que suele sucedernos cuando descubrimos que amamos a alguien.” (Gustavo Martín Garzo)