jueves, 28 de julio de 2022

Malvados

El mal a veces basa su poder en el disfraz y el secreto, inconfesable para sus víctimas. Es el mito del Diablo disfrazado de serpiente, llevado a la gran pantalla en el magnate de astilleros de Vértigo (Hitchcock) o en el actor frustrado de La semilla del diablo (Polanski), por citar dos clásicos. Otras, el mal se alimenta de la incapacidad humana para penetrar en lo inconmensurable, dando lugar a toda una mitología del misterio y la locura. Pero, hay otras en las que el mal se nutre de los límites de la voluntad humana, y entonces la pregunta ya no es cómo destapar o comprender al malhechor, sino qué hacer cuando el mal ya no puede hacerse más presente. 



¿Acaso quedarnos de brazos cruzados y esperar que nos aniquile? ¿Tratar de eludirlo viviendo precariamente? ¿O no resistirnos a la idea de hacerle frente para continuar existiendo? Es lo que plantean los guiones extraordinarios de Richard Matheson, con relatos como Duel, El hombre menguante o Soy leyenda. Todas las narraciones son la historia de una llamada, de una invocación al enfrentamiento y la lucha. El camión oscuro de Spielberg (Duel fue su primera película con veinticuatro o veinticinco años) puede representar el infortunio, la desdicha, pero también la enfermedad, el dolor o la carga de tener que soportar una vida monótona y vulgar. La naturaleza no es el lugar que prometieron los cuentos de Disney o la industria de los parques y paraísos artificiales. Es infierno incontrolado, salvaje, esencialmente devorador, atrozmente cruel. Es la enseñanza de que hay males que, haciéndose cada vez más presentes e insoportables, acabarán gobernando nuestras vidas si no acabamos antes con ellos.

miércoles, 20 de julio de 2022

Momentos estelares

Ahora que los timbres han dejado de sonar y los correos de gotear, me refugiaré en los rincones para escribir sobre lo secreto, y su poder transfigurador. En los rincones de los bares y playas que frecuente, o al resguardo de una roca escondida entre muchas, o a la sombra de una palmera que me cobije cuando todo el mundo sestee. Y la intuición de inicio es que lo secreto esconde, y al esconder protege, pero también nos abre al otro de una manera distinta. Lo secreto, considerado como lo que oculta y guarda, sostiene, estabiliza, contiene fuerzas que, de desatarse, producirían un grave quebranto. Secretos ancestrales, como el secreto de la lámpara, de la caverna o el del grial, dividen el mundo antiguo en poderosos y súbditos, sabios e ignorantes, bienaventurados y extraviados. Cuenta Chantal Maillard en “Secretos y misterios” que ya en culturas primitivas los rituales de iniciación se mantenían en secreto. El secreto protege el ritual en sí, su posibilidad y, con ello, el modo estamental de organizarse la sociedad y el sentido de la existencia para la tribu y el individuo. ¡Casi nada!


lunes, 18 de julio de 2022

Industrias del retiro

Muchas veces producimos sin ser conscientes de que producimos y de lo que producimos. En su entrada de hoy, “Tiempo libre”, el filósofo Fernando Broncano advierte de esta nueva forma de laboriosidad disfrazada con el traje del tiempo libre y ocio, y cito: “¿Cuán libre es el tiempo libre? Si observamos atentamente, si nos observamos atentamente, en los tiempos de ocio y no caemos en los autoengaños que genera la industria de la felicidad productiva, concluiremos que el tiempo libre está mucho más limitado de lo que parece: trabajamos emocionalmente creando presentaciones de la persona en un espacio social definido por marcas, iconos, formas de comportamiento que apuntan a una presencia constante de apariencias de felicidad y experiencia de libertad como modo de relación. Pero tales experiencias están profundamente marcadas y reguladas por los entornos sociales y técnicos. “Escuchar música”, es decir, crear autoespacios de intimidad definidos por los nichos de aparatos técnicos de escucha que crean subjetividades separadas. O lo contrario: “ir a un concierto” que no es un concierto de cuerpos sino una industria de viajes, consumos, alojamientos, preparaciones de escucha mediante compras de discos o atención a las plataformas de la escucha,… O cultivar una huerta facilitada por el ayuntamiento o comprada en los alrededores de la ciudad, en donde el trabajo parece no ser asalariado aunque sigue siendo productivo en el consumo de las inmensas industrias del bricolage y el tiempo libre organizado. O el deporte, el turismo y el viaje, que exigen una preparación de vestimenta deportiva adecuada, de branding, de presentación productiva del cuerpo en sociedad, subido a una bicicleta de marca o calzado por unas deportivas reconocibles. O simplemente permanecer libremente en el sofá atendiendo a la televisión, a las plataformas de series o a las plataformas de las redes sociales.



Si el tiempo libre no comienza con el fin de la jornada laboral, cabría establecer otro criterio para delimitar la ociosidad que no sea el de entenderla como oposición al trabajo (o tiempo de producción) Pero no sé si es retirándonos como puede encontrarse esa frontera, porque el caso es que, pese a quienes se amparan en la impenetrabilidad de la interioridad ante la fuerza invasiva neocapitalista, ya existe una poderosísima «industria del retiro», que gestiona, financia y regula un sinfín de actividades encaminadas al refugio espiritual. Cuando hace solo unos años veíamos en los bosques lugares donde refugiarnos -aunque imaginativamente- del trasiego del tráfico y la ciudad, leemos en la prensa que los “baños en el bosque” (Shinrin Yoku) son acogidos cada año por miles de trabajadores y turistas agotados que imploran una ocasión para reconectar consigo mismos y la naturaleza perdida. Y ahora, también, las estancias monacales se ofertan como tiempo de paz espiritual para que el caminante pueda encontrar algo de sosiego y estabilidad emocional en el magma de atolondramiento generalizado. Incluso experiencias de sublimidad galáctica y onírica –los infinitos de Pascal- ya forma parte de las siguientes proyecciones comerciales de grandes empresas del sector turístico y espacial, que ya hablan de ofertar paquetes de viajes oníricos o astrales elegidos por el consumidor.

No, no es comportándonos como turistas del retiro como habremos de hallar el modo de apartar la disciplina del trabajo y de la producción.

sábado, 16 de julio de 2022

Tardes de vértigo

Ayer noche volví a ver la película de Richard Fleischer, Viaje alucinante (1966), no excepcionalmente considerada por la crítica, pero una experiencia deliciosa para una tarde de viernes, o de domingo. Es la historia de una aventura hacia los confines del cuerpo humano, pero también la experiencia compartida de quienes, motivados o forzados, viven el desasimiento en el más absoluto de los confinamientos. Ahí, miniaturizados, siendo reducidos al tamaño de una bacteria, deben adentrarse por la arteria carótida para matar el tumor de un científico poseedor de información que cambiaría el acontecer de la Guerra Fría. Y, junto a ellos, Fleischer consigue que también el espectador acabe experimentando el vértigo de quien no tiene más remedio que ser reducido hasta nivel de lo microscópico, llevado por la tendencia a ser radicalmente otro. ¿Para quién puedo ser si me he apartado definitivamente del mundo de lo macroscópico? Pero es ahí, precisamente, como el submarino Proteus puede cambiar el rumbo de la historia. De lo invisible -así lo anunció un siglo atrás el Romanticismo alemán- lo visible puede adquirir una nueva manifestación. Deliciosa película para una tarde viernes, o de domingo.


viernes, 15 de julio de 2022

Ventanas con solera

En su artículo que hoy trae el blog literario Boomerang Víctor Gómez Pin llama la atención sobre el hecho de que la defensa y desarrollo de las éticas del deber -como la kantiana o la animalista- supone la entrada en escena de un sentimiento esencialmente moral. Se trata del sentimiento de la compasión. Por él dejamos de pensar en nosotros mismos, en nuestra individualidad, y salimos al otro como quien abre la ventana en un día de sol para mirar al exterior. Por la compasión dejamos de estar en el mundo como está quien espera ser o no correspondido, para vernos como parte de un todo sufriente y sufrido. El ser humano ya no está concentrado en sí mismo, sino que, por decirlo así, se hace transparente y experimenta lo propio en lo extraño. Por la compasión el mundo de los otros se abre a nosotros. Y así, a propósito del auge de las éticas animalistas, se pregunta Gómez Pin si no es esta actitud de puro y kantiano desinterés por el bien de otras especies una prueba de la radical y absoluta singularidad de nuestra especie.


Sería interesante, en este sentido, volcarse sobre este sentimiento de la compasión –esencialmente misterioso, incógnito- y así aclarar algo más el origen de tantas construcciones que, como la ética kantiana o animalista, se han formado a partir de él. Porque, por lo mismo que la compasión nos lleva a esa actitud de puro desinterés por el bien de otras especies, nos pone ante esta otra actitud de desinterés por el bien de nuestra propia especie; salvando, claro está, los reduccionismos e ilusionismos de quienes enarbolan banderas por apatía o desasimiento: «Desconfía de aquel que dice: si no ayudamos exclusivamente al gran todo, es imposible prestar ninguna ayuda. Esa es la mentira de la vida de aquellos que no quieren ayudar en la realidad y se excusan con grandes teorías de su obligación en el caso concreto y determinado. Racionalizan su falta de humanismo»”. (Horkheimer)

jueves, 14 de julio de 2022

Saberes expropiados

Llevamos años soportando –los de humanidades- la idea de tener que justificar, legitimar y reivindicar el conocimiento humanístico ante el aluvión de programas, intereses y recursos destinados hacia saberes prácticos relacionados con lo instrumental y tecnológico. Parece que –los de humanidades- tengamos que estar siempre en guardia frente a una razón instrumental que, desde su base, amenaza con invadir nuestro saber humanístico. Pero en esto nadie es propietario de nada. Ni las humanidades nacen para contrarrestar el cientifismo imperante ni las ciencias aplicadas desplazan a las humanidades. Ni las humanidades son apropiadas ni las ciencias expropian. La cosa, en esto, no va de propietarios ni expropiados. Más bien, son los artífices de estas ideologías instigadoras que van inoculándose en educación los que pretenden apropiarse del saber –humanístico y científico- para decidir qué es lo que conviene y no conviene conocer.


miércoles, 13 de julio de 2022

Ética para una psicología

Estas primeras semanas de verano ando preparando el curso de Psicología que impartiré a partir de septiembre a mis alumnos de 2º de Bachillerato. Preparar una asignatura es una de las experiencias más motivadoras de la enseñanza, pues en el proceso acabas sintiéndote alumno y profesor a un mismo tiempo. Diríamos que descubres en el proceso de aprendizaje nuevas fórmulas y estrategias de enseñanza. Y el caso es que ando enfrascado en lecturas interesantísimas sobre el papel de la empatía en las relaciones humanas, la función afectivo-emocional de sentidos primarios como el tacto o el olfato, o la manera de tratar algunas de las adicciones más comunes. La psicología, ya lo estoy viendo, es una de las ciencias que uno puede ensayar a partir de conocimientos extraídos de otras ciencias humanas como la epistemología o la antropología. Y creo interesante hacer de la asignatura un motivo para que los alumnos puedan practicar los conocimientos adquiridos también en su vida diaria, y vean en ello la asunción de una determinada posición ética en la relación con sus semejantes.



Por ejemplo, es sabido que la escucha es una de las condiciones para que funcione el ejercicio dialógico entre psicólogo y paciente en el proceso de terapia. Cuando las relaciones humanas están muy dañadas, con frecuencia ocurre que hay dificultades para conectar emocionalmente con el otro, comprenderlo y respetarlo en su debida medida, de ahí que esa distancia entre médico y paciente sea esencial para el funcionamiento de la terapia. También entre miembros de una familia, de una pareja, o compañeros de trabajo muy dolidos, cada individuo suele centrarse en su propio sufrimiento y agravio, incapacitándose para una visón más abierta y amplia que le proporcionaría nuevas herramientas para abordar la situación. La atención pasa por desatender muchas veces aquello que más nos afecta, de ahí que el ejercicio de la escucha suponga un determinado posicionamiento ético ante la vida basado en el respeto hacia uno mismo y el otro. La escucha no nace como arte o hábito, sino como resultado de una determinada actitud ética. Lo contrario de la escucha no es la desatención, sino la desconsideración hacia el otro, por lo que - y he aquí la primera enseñanza- se hace necesaria una educación de la sensibilidad moral para el ejercicio de la práctica vital psicológica.

jueves, 7 de julio de 2022

Verano

Comienza el verano, con sus días, y sus noches. Noches secretas, cuando ya se puede correr bajo la Luna y el Sol no termina de esconderse. Noches de rincones donde depositar las mieles acumuladas, y esperar a que el día siguiente dicte un nuevo horizonte. Noches de mares, con sus barcos y sus brisas, mientras van germinando las palabras leídas en el sosiego del atardecer. Noches a la intemperie, cogidos de la mano, y luego entre gin tonics, hasta que el último amigo sopla la última bocanada con un mañana más. Noches de familia, de recuerdos, risas y recortables. Noches de amor, cuando en la infancia regresábamos sin poder ya irnos nunca más. Comienza el verano.