La idea de igualdad, tan necesaria en el conocimiento de la aritmética y de la geometría, aplicada a las sociedades humanas, puede producir efectos contrarios a los propósitos de su aplicación. Pensemos, por ejemplo, en el ámbito de la educación, más concretamente, en el de la Educación Secundaria Obligatoria, en el que una diversidad creciente de alumnos sigue un mismo programa educativo con similares itinerarios y asignaturas. La idea que anima este propósito, se supone bienintencionado desde un comienzo, es la de igualar a los alumnos en lo que respecta a sus conocimientos y actitudes. En efecto, no se obligaría a los alumnos a cursar dicha etapa educativa, si no se pensara en la conveniencia de recibir todos una misma educación básica, preparatoria para futuros programas y estudios. Sin embargo, este empeño acaba materializándose en una realidad, la de las aulas del día a día en el Instituto, que, lejos de favorecer el aprendizaje común, lo dificulta y, para el perjuicio de todos, en ocasiones, lo llega a impedir.
No viene mal recordar que la realidad social de un aula, sobretodo en los niveles de la E.S.O., se traduce en una variedad absoluta de preferencias, aptitudes y actitudes, encarnadas en adolescentes procedentes de diferentes contextos culturales y poseedores de unas cualidades personales y propias: Hay alumnos aplicados y, dentro de éstos, están los inquietos y los conformistas, los ambiciosos y los 'pelotas'; luego están los alumnos que no terminan de aplicarse, los que 'pasan' de atender y tomar notas en clase, pero que luego estudian en casa cuando sus compañeros no les ven; también los hay 'saboteadores’, alumnos que ante todo prefieren sabotear la clase, aun sabiendo del castigo consecuente, y los alumnos inadaptados, que nunca terminan de sentirse bien en ningún grupo; y están también los alumnos impasibles, que no se inmutan por nada, a los que todo les resbala, más todavía los cultismos y los conceptos...., y así muchos otros más.
Teniendo en cuenta esta diversidad social, pensamos que cualquier pretensión educativa de igualar las diversas actitudes de un grupo de alumnos está condenada al fracaso, si éstos no poseen, al menos, una serie de disposiciones compartidas, exigibles para la asimilación de un buen comportamiento. Por lo mismo, la pretensión de igualar cognitivamente a un conjunto de individuos puede llevarse a buen término, pero sólo si éstos presentan al menos similares conocimientos previos y capacidades, así como una mínima disposición previa para el aprendizaje, hechos que por lo general no se dan. El problema a nuestro entender, por tanto, consiste en la inexistencia de este conjunto de factores comunes, imprescindibles para un desarrollo y crecimiento conjunto de los estudiantes. Como la variedad de intereses y preferencias, de conocimientos previos y aptitudes, es muy vasta y acentuada, no hay principio ni programa educativo alguno que consiga materializar ese ideal de igualdad social, produciéndose el efecto contrario de dificultar un aprendizaje común de calidad.