Para Heidegger, lo mismo que para su maestro Husserl o su coétaneo Ortega, tal como lo cuenta Roberto Torretti en sus Estudios filosóficos 1957-1987, el camino apropiado para descubrir la verdad comienza por dejar de pensar conforme a las concepciones tradicionales de la verdad, que la entienden como una relación adecuada entre las proposiciones y el mundo (verdad como correspondencia) o entre las proposiciones y el sistema a las que pertenecen (verdad como coherencia) A juicio de Heidegger, la verdad no depende de una relación objetiva entre dos realidades independientes al sujeto, y, en este sentido, la tarea del filósofo no puede consistir en descubrir dicha relación, sino que se funda en la presencia inmediata, patente, de lo que las cosas son: la verdad primaria y fundamental consiste en la patencia de lo que es, en su presencia inmediata que se revela al sujeto en el acto de pensar.
Por tanto - y así lo argumenta Torretti -, el giro heideggeriano consiste en dejar de considerar lo verdadero como una propiedad de las proposiciones y en concebirlo como lo que se hace patente, manifiesto, inmediato, al pensar del sujeto. Ese giro tiene sus motivos en el hecho siguiente: si se entiende la verdad como una relación adecuada entre el lenguaje y el mundo (verdad como correspondencia) o entre el lenguaje y el sistema al que pertenece (verdad como coherencia), es necesario demostrar que se da efectivamente esa adecuación, para lo cual necesitamos echar mano de un criterio de verdad anterior a la enunciación de las proposiciones pretendidamente verdaderas: la proposición es correcta si dice lo que de veras son las cosas de que se habla; para establecer la verdad de la proposición hay que conocer la verdad de las cosas; la corrección de la proposición es verdad en sentido derivado, se funda en la verdad primordial: la presencia manifiesta, patente, la patencia de lo que las cosas son - de igual modo - (...) para establecer la verdad de una proposición hay que conocer la verdad de su coherencia, es decir, esta coherencia tiene que ser manifiesta, patente; la patencia del nexo entre las proposiciones resulta ser la verdad en sentido primordial.
Las implicaciones de esta nueva concepción de la verdad han conducido a Heidegger y a sus seguidores a repensar la tradición y a interpretarla no ya como una sucesión de intentos frustrados de alcanzar la verdad, sino como el constante y progresivo redescubrimiento del ser.