Un resultado valioso en cualquiera de las disciplinas existentes - la comprensión de un concepto, el descubrimiento de alguna contradicción que desmonte un sistema o la invención de un nuevo término para apresar el sentido de lo que se pretende transmitir -, siempre emerge de un esfuerzo gratuito y desinteresado del hombre meditabundo. No puede ser la consecuencia de un propósito, de un objetivo o de un programa de aprendizaje concretos, pues un resultado de esta valía exige una entrega desinteresada al cultivo del conocimiento sin mayor pretensión que la de penetrar en él o de incrementarlo. Se trata más bien de un regalo, de una gracia con la que nos es recompensado nuestro esfuerzo, de ahí que llegue de manera imprevista, espontánea, natural, como la inspiración a los poetas o la revelación a los místicos:
Si en el trabajo es la finalidad de la obra quien da sentido y valor al esfuerzo, en el deporte es el esfuerzo espontáneo quien dignifica el resultado. Se trata de un esfuerzo lujoso, que se entrega a manos llenas sin esperanzas de recomensa, como un rebose de íntimas energías. De aquí que la calidad del esfuerzo deportivo sea siempre egregia, exquisita (...) A las obras verdaderamente valiosas sólo se llega por mediación de este antieconómico esfuerzo (...) Nadie ha descubierto una ley física simplemente por habérselo propuesto; más bien la ha hallado como un regalo imprevisto que se desprendía de su ocupación gozosa y desinteresada con los fenómenos de la naturaleza. (Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo)
Es un error, por tanto, tratar de idear algún procedimiento pedagógico con el que pretender que los alumnos sean creativos, o despierten la curiosidad por un tema concreto. Pensamos que no existen habilidades, recursos ni herramientas pedagógicas (o antipedagógicas) que hagan desarrollar la comprensión y la creatividad del individuo, pues éstas deben emanar (si lo hacen) de ese esfuerzo desinteresado. Lo que cabe hacer, eso sí, como docentes, es crear la ocasión para que el alumno desarrolle aquellas facultades, pero siempre desde la convicción de que es poco habitual observar esa entrega deportiva al conocimiento y de que ésta, en última instancia, no depende de nosotros.