Un hombre se asoma a las vistas y contempla, relajado, el pueblo al otro lado del golfo, con el mar estrechándose a sus pies más allá del bosque. El paisaje es hermoso y son pocos los que se resisten a mirar. Al hacerlo, nadie repara en el hecho de que es un filo de cristal lo que les separa del abismo, y de la muerte. Un cristal sobre el que, a pesar de su delgadez, no dudan en apoyarse. Nadie llama la atención en ello y no hay motivo para alarmarse. El cristal parece firme, asentado, seguro, tanto que nadie concibe que se venga abajo. En nuestra metáfora, el paisaje al otro lado es el modo como la técnica contemporánea (representada en el cristal) presenta el mundo: transparente, reconocible, atractivo, a la vista de todos. Y quien se apoya confiado es el hombre medio, convertido en espectador, que no alcanza a experimentar lo que sí experimentaría quien no tuviera ante sí ningún muro de cristal.
miércoles, 3 de agosto de 2022
Camping
Vuelve la leche cuando es vertida, con su espesura líquida cayendo al fondo del vaso. Y los pasos pacientes vuelven a sonar, haciéndose eco de la pesadez de los cuerpos y de la tierra. Y vuelve a ser importante que el sol salga por el este y se ponga por el oeste, y que la noche cubra con su oscuridad a las cosas, cuando los niños vienen de fregar los platos o de beber de la fuente. Vivir con lo puesto, apenas con una tienda y unos cuantos utensilios, sin mucho cachivache, y descubrir que la sobrenaturaleza tecnológica es más bien una cápsula que nos aparta y no uniforme de posibilidades.
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