martes, 31 de agosto de 2021

Escuela de esperanza

DIÁLOGO DESEDUCATIVO. En el nuevo monográfico de la Revista Ábaco dedicado a los efectos psico-sociales de la pandemia conversamos con la filósofa Marina Garcés a propósito de su reciente libro Escuela de aprendices. Enseguida abrí sus páginas comulgué en la importancia de alejarnos de modelos academicistas basados casi exclusivamente en la reproducción de contenidos y el conseguimiento de resultados. Es un libro que responde con valentía a los reproches de una sociedad que parece entender sin llegar a ver. Es un libro que devuelve un gesto de esperanza en medio de la negrura informativa de cada día. Es un libro que exclama ¡Yo no soy una nota! La mejor muestra de que hay escuela para la esperanza.


Expresar como siempre mi más sincero agradecimiento al enorme trabajo del equipo de la Revista Ábaco, y en especial a su director Miguel Ángel Álvarez, por seguir prestando un espacio para la reflexión y el diálogo.

Desde aquí puede accederse al resumen y obtenerse el ejemplar impreso o digital.

lunes, 30 de agosto de 2021

Feliz regreso

Cuando siendo niños tocaba regresar a casa tras los campamentos nos invadía una profunda melancolía de días que sabíamos ya no volverían más. Aquellas experiencias avivadas por la sensación pasajera de desarraigo iban alejándose conforme el autobús nos acercaba a la realidad de siempre. De nuevo nuestros padres, la casa de siempre, con sus horarios y sus voces, y luego el colegio con sus timbres y horas interminables. La muchacha morena de ojos azules, ese primer amigo subiendo a lo alto del valle, el olor a pan de los desayunos, los colores y sus flores, se perderían al llegar a tierra firme.

Durante aquellos momentos de regreso, sin embargo, podíamos entrever que lo verdadero había estado a nuestro alcance, y que sólo nosotros nos lo podríamos dar.

Feliz regreso.




viernes, 20 de agosto de 2021

Bisaurín

Las montañas, como los libros, necesitan de quien las recorra para cobrar vida y ser lo que dicen ser. Su grandiosidad y eternidad no bastan para hacer de ellas una experiencia inolvidable. En familia, en lo alto del Bisaurín (2670 m)




jueves, 19 de agosto de 2021

Realismo heroico

A mi hermano

Hay quienes creen sobrevolar las nubes sin levantar los pies, o pisar las huellas de otros como siendo las propias. Son los iluminados que tiemblan cada vez que escuchan el cántaro romperse o las cenizas echar a volar. A veces incluso viven fuera de sí, como esos pájaros que vagan sin rumbo porque han perdido el tren de la vida y ya sólo les queda regresar a lo oscuro de la tierra. Estos iluminados, abundantes por condición, suelen portar relojes biorítmicos y alistarse en los circuitos consumistas de la marca y el conseguimiento. Se vanaglorian de lo conseguido y coleccionan en su imaginario medallas de las que piensan, ilusos, que les harán inmortales. Son los corredores que imprimen el número en su muñeca porque ya sólo saben contar y desconocen la manera de no soñar. Son los que se esfuerzan sin marchar a caminar, sin iniciar siquiera nada, como quien se autoproclama caminante por dominar la cinta métrica de correr.

Frente a ellos, los verdaderos, se encuentran quienes hacen camino, tejiendo a cada paso una nueva aventura que contar, un nuevo recuerdo candoroso para otros. Son los que arriesgan y al mismo tiempo pueden temer. Son los que rehúsan de la marca y el registro, y a lo sumo lo admiten como regla de juego con la que lanzarse a los abismos solitarios. Son los que siguen la luz porque esperan algo de ella, dejando atrás el ego y cuantas nebulosas prenden a quienes lo rodean. Son los que confían en la fuerza de la tierra porque aman cuanto hay en ella. Como algunos pájaros, juguetean con la muerte viéndola pasar desde su escondrijo.

A ellos.

jueves, 12 de agosto de 2021

Montañas solitarias

Hay montañas más solas que otras, o que si hablaran se sentirían solas. Bien porque apenas se dejan advertir, no figuran en los folletos informativos y guías de turismo, o fueron testigos de algún suceso escabroso que las condenaron a la mala fama. El caso es que estas montañas, inadvertidas y poco transitadas, a quien las pisa le hacen sentir especial, en cierto modo, aventurero y explorador; frente a aquellas otras usadas por el turisteo como objeto de exhibición, cuya razón de ser consiste principalmente en alcanzar la meta donde hacerse la fotografía de los domingos. 

Sí, estas otras, las solitarias, hacen que descubras los cielos y sus paisajes por primera vez, devolviéndote la niñez en la que los ríos no eran todavía ríos ni la hierba todavía hierba.



Merendero de Cotefablo- Pelopín - A Monchoya
Distancia: 17,04 km Desnivel: 905 m (ida y vuelta)