Cuando te vayas, recoge mi silencio.
Cuídalo, y cuídate de él, pues ahí sigue al acecho mi dolor.
Acarícialo como se acaricia a un pájaro,
Y déjalo volar hasta que el aire sea sólo la luz que preña la montaña de hielo.
Allí tililará el silencio, liberado
En una soledad que nunca podrá ni ser soñada,
Y, ya en el centro, quieto, donde gravita la noche,
Irá dejando su aliento en el destino de las cosas leves
Que tus pies pisarán donde el destierro te lleve
Miguel Porcel Berdala,
Larués, 6 de diciembre de 2004