viernes, 31 de julio de 2020

La nueva anormalidad

Sorprende el modo como el ciudadano medio puede llegar a defender, con uñas y dientes, prácticas que hace solo unos meses le hubieran resultado del todo incívicas, inmorales, incluso inhumanas. Un viandante que incrimina a sus compañeros de aceras no taparse la nariz, la cajera de un supermercado que increpa a quien no obedece la nueva disposición que ha de llevar el carro de la compra, la dependienta de una zapatería que alerta al cliente despistado de que debe ponerse la calza si ha de querer probarse el calzado, y así con un sin fin de conductas, cuando menos, para el que vive sin telediarios, anormales. 

Si un hombre del pasado asistiera por una mirilla a este tipo de comportamientos pensaría que el mundo se ha vuelto anormal. Y se preguntaría, ajeno a todo, qué ha podido pasar para que de pronto defendamos, con uñas y dientes, normas y conductas que discurren contra la corriente de la sociabilidad y la proximidad. ¿Qué tipo de reactivo ha tenido que producirse en la mente de tantos hombres como para que, tan abruptamente, nos hayamos convertido en pregoneros del desapego y el "te quiero lejos"? ¿Quién diría que los salvadores de la humanidad iban a ser los inventores del papel higiénico y el gel hidroalcohólico? ¿Y los nuevos maestros quienes dominan el arte de la desinfección?


Sorprende el modo como el ser humano puede acabar integrando normas y conductas que, hace muy poco tiempo atrás, le hubieran resultado descabelladas y estrambóticas. Sin duda, la gestión empresarial de la pandemia (porque también el COVID-19 es una mercancía) pone cada día de manifiesto que también somos consumidores de normas, pautas y leyes, y que las defendemos no por íntima convicción, sino porque, a base de repetírnoslo, nos han hecho ver que lo cívico consiste en ser anormal y que, por encima de todo, hemos de defender una nueva anormalidad (previo maquillaje, claro está, de "nueva normalidad")

Por mi parte, todavía no tengo claro de donde viene el agua, como para que vea con claridad por qué debo usarla desinfectada.

domingo, 26 de julio de 2020

Enemigos semejantes

La única forma de combatir el enemigo es suponiéndole un atributo semejante, algo que lo haga reconocible, familiar, que nos ponga en camino para combatirlo. Mientras esto no sucede, y nos tenemos que ver con seres absolutamente extraños, insólitos, innominados, afloran aquellos impulsos ancestrales que todavía hoy nos unen en comunidades y familias. Es lo que les sucede a los personajes hitchcockianos de Los pájaros, máxima expresión de cualquier forma de intrusión y una de las primeras grandes pandemias cinematográficas. Decíamos en una entrada anterior que la película no versa sobre pájaros que atacan, sino sobre la manera como lo insólito remueve y transforma las relaciones humanas. Los pájaros -casi siempre negros- no aterrorizan porque amenacen la existencia humana, sino porque, atacando, muestran que cualquier cosa es posible. Y esto es lo que horroriza: que el caos haya entrado en la historia.


Es el momento álgido de la indefensión. Ni siquiera la razón, que de tantos atolladeros nos ha sacado, puede asir la nueva amenaza y reconducir la situación hacia algún camino. Es el momento álgido del desamparo, por el que el hombre se hace habitante de la intemperie y busca desconsoladamente la mano del otro. Es interesante reparar en el movimiento progresivo de aproximación de la madre de Mitch (Jessica Tandy) hacia Melanie (Tippi Hedren) -a quien ve desde un comienzo como una amenaza por el temor a que le arrebate a su único hijo- conforme avanza el ataque de las aves. La mano que le tiende tras alejarse juntos de la bahía ocupada expresa aquello que todavía nos une a los semejantes como la primera vez: te tiendo la mano porque así nos haremos más fuertes, te la tiendo porque así quien me puede proteger se hará más fuerte.

viernes, 24 de julio de 2020

Habitantes del valle



El valle solo admite escucha. Nadie puede alzar la voz, y aunque lo hiciera no se oiría. Como la vela que prende la cera, su claridad nos protege de la oscuridad de las cosas, y de su vanidad. No hay detalles que urjan y todo es un regalo a su paso.


El valle también acoge habitantes, pero estos no se dejan ver. Se esconden como el otro lado. Quizá en la noche, cuando ya todo es regalo, pura generación, salen para descubrirse a las estrellas.

jueves, 23 de julio de 2020

Sueños de julio

El tiempo no se agrupaba en horas, y apenas había paredes que colgasen calendarios. De hecho, no había agrupamientos. De ningún tipo. Y un extenso pasillo acogía laboratorios, trascriptores, bibliotecas y jardines, más allá de los cuales se adivinaban ciudades de adultos ajenas a cualquier forma de verdad.

Debía ocupar un puesto relevante, pues los alumnos acudían a mí a enseñarme sus resultados o a preguntarme cuestiones de logística. De pronto, me sentí parte de aquello.



Sueño de la Noche del 22 de Julio

lunes, 13 de julio de 2020

Lectura para un verano sosegado

Os invitamos a leer la nueva entrega de la Revista Ábaco, donde se plantea y reflexiona sobre temas de urgente actualidad en la nueva era de la inteligencia artificial y de necesaria transición energética y ecológica. Sin duda, arrojará luz a un tiempo de cambios e incertidumbre.


En esta ocasión colaboramos conversando con la especialista en educación e innovación social digital Liliana Arroyo Moliner, sobre temas de actualidad como la influencia de las redes sociales en nuestras vidas, el papel del teletrabajo en la actualidad o la importancia de diseñar nuevos escenarios educativos para la era digital.

Sin duda, un número muy sugerente para este verano que se anticipa sosegado, disponible en versión impresa y digital para el lector.

Palabras huracanadas

Hace unos días algunos profesores expresamos nuestro descontento respecto de una situación provocada que nos dejaba en mal lugar. Nuestra carta, diría, no ha sido resultado de una suma de quejas particulares sino expresión de esta situación de desamparo por la que ninguno es alguien y todos somos nadie.

Hay palabras que no nacen de la voluntad sino del fuego interior, a veces huracanado, otras calmo. Son estas las que, removiendo a quienes pueden afectarles, pueden cambiar las cosas.

jueves, 9 de julio de 2020

El gato corre por el tejado de detrás

El gato corre por el tejado de detrás. ¿De dónde vendrá? Ahí va otro, y se reúnen. Siempre cuando el sol está en lo alto.


                                                         Sueño de la pasada noche

sábado, 4 de julio de 2020

Carta de un profesor insatisfecho

La iniciativa que hemos llevado a cabo ha estado bien, sí, pero quedará en agua de borrajas si no empezamos el mes de septiembre con las pilas puestas. De nada sirve dar a conocer nuestra situación de vulnerabilidad (vital y profesional), exhibiéndola como quien exhibe un grano que le ha salido, si luego no hacemos nada por señalarla, y señalarla para examinarla, para diseccionarla, para entender su origen, y entonces quizá, poder desprendernos de ella.

Porque de vulnerabilidad está hecha nuestras pieles. No es la situación lo vulnerable, sino que somos nosotros los vulnerables: nuestros cuerpos, cada vez más expuestos; nuestras mentes, cada vez más atomizadas, atolondradas, asfixiadas...

Cuando echo la vista atrás, y me remonto a mis comienzos en 2004 recuerdo a unos claustros y consejos escolares con mayor autonomía y capacidad de decisión, donde se discutían asuntos que directamente involucraban a la formación de nuestros alumnos, y se ponían sobre la mesa programas educativos, esgrimiendo argumentos en contra y a favor de ellos, y se escuchaban las palabras "matemáticas", "premiado en la Olimpiada de Física", o "sobre la importancia de la música en la formación integral de los alumnos"... Y recuerdo a mis queridos antiguos compañeros abriendo libros en la sala de profesores, o en sus departamentos, porque deseaban saber más sobre sus propias disciplinas, porque eran adultos con curiosidad y disponían de tiempo para cultivar el amor a las palabras y al conocimiento. En 2004 recuerdo a profesores acercándose a otros departamentos porque sentía dudas sobre si el uso de esta o aquella palabra era el adecuado,o si tal sofisma se resolvía mejor de esta o de aquella otra manera. Y recuerdo que los medios eran medios y los fines eran fines, y no como ahora que vivimos absolutamente bajo el imperio de lo instrumental, con sus lenguajes, sus protocolos, sus circuitos, sus maniobras, exigiéndonos que nos adaptemos a ellos, a sus ritmos, a sus pautas, y entonces, ilusos, acabamos creyendo que la valía radica en el dominio y el saber hacer en la destreza.

¡Claro que la tecnología y los lenguajes son importantes!, pero enmarcados en suelos y escenarios y contextos que los doten de sentido. ¿De qué me sirve aprender a saber como funciona cualquier instrumento si luego no sé para qué utilizarlo, o ni sé que se utilice para algo?

No son reivindicaciones históricas. ¿Qué hay más actual que luchar por lo que somos y poder ejercer con la dignidad que merece nuestra profesión? 

Yo no estoy nada satisfecho, la verdad. 

Por eso seguiré encontrándome con el conocimiento allí donde respiremos libertad y deseo. Por eso seguiré esforzándome en darme tiempo para seguir leyendo y encontrar esa palabra que, dicha en el momento preciso, pueda llegar a inspirar caminos que el alumno atento ya no podrá dejar de tomar. Por eso seguiré luchando por dignificar mi profesión.