domingo, 5 de abril de 2020

Confinamientos descafeinados

Creo que haré caso a las palabras de Nietzsche y daré intensidad a mi confinamiento. ¿Por qué no guardar en la armería el dispositivo móvil? Bien apagado, aunque sea durante un tiempo, ahora que solo hay ecos de voces unísonas. ¿O recordaremos los días en los que diluviaba llamadas al orden y a la provocación? Como diría Robin Desde la ventana, mensajes cuyo contenido se agota en el acto mismo de disparar: "Mira, atiende, escucha a esta pequeña pantalla, responde, busca el emoji, contesta, envía, mira, ríe, llora." No busques, hay poco más.

                                  José Antonio Porcel. Desierto

Sí, pasados los primeros día de explosión emocional y habiendo asimilado lo esencial para no parecer de otro mundo, es el momento de dedicarse más en profundidad a la vida contemplativa, esa que nos da imágenes como que la imaginación es la madre de todas las ciencias, de las puras y de las impuras. Y a ver si ahora que daremos luz verde a la meditación enseñaremos de una vez que la ciencia es poesía y la poesía ciencia. Y para no aburrir más el lector, baste esta muestra de don Machado y su infinito Juan de Mairena:

"Cantemos al gran Demócrito de Abdera, no sólo por lo bien que suena su nombre, sino, además, y sobre todo, porque a través de veinticuatro siglos, aproximadamente... (Mairena no estaba nunca seguro de sus cifras), vemos, o imaginamos, su ceño sombrío de pensador en el acto magnífico de desimaginar el huevo universal, sorbiéndole clara y yema, hasta dejarlo vacío, para llenarlo luego de partículas imperceptibles en movimiento más o menos aborrascado, y entregarlo así a la ciencia matemática del porvenir. Fue grande el acto poético negativo, desrealizador, creador -en el sentido que daba a mi maestro a esta palabra- del célebre Demócrito."