miércoles, 31 de octubre de 2012

Origen del ser

Así define Ortega y Gasset la filosofía:

"Parejamente, el mundo que hallamos es, pero, a la vez, no se basta a sí mismo, no sustenta su propio ser, grita lo que le falta, proclama su no-ser y nos obliga a filosofar; porque esto es filosofar, buscar al mundo su integridad, completarlo en Universo y a la parte construirle un todo donde se aloje y descanse. Es el mundo un objeto insuficiente y fragmentario, un objeto fundado en algo que no es él, que no es lo dado. Este algo tiene, pues, una misión sensu estricto fundamentadora, es el ser fundamental." ¿Qué es filosofía?

¿Pero acaso el mundo que hallamos está falto de algo?, ¿puede estar lo dado, lo positivo, falto de ser?, ¿no es el hombre, más bien, quien lo reclama y grita desconsolado una metafísica donde alojarse y descansar?, ¿no está el ser al servicio de la indigencia?

viernes, 19 de octubre de 2012

Nunca te lo explicaron


Te mueves un poco, todo muy inocente, tu nombre acaba en una agenda, todo de oídas, ha comenzado el proceso.

Una vieja máquina de escribir balbucea tus iniciales, un sello, también negro, aquí no hay color, machaca tu destino.

No hay fotografía, no saben nada de ti, pero estás condenado y es la hora del teatro, un drama, ya lo verás.

Te liquidarán por mucho que ahora lo dudes, sólo es cuestión de tiempo, te harán coger un sucio tren, te harán llegar a la última estación, la antigua, y no te dirán nada nuevo, y seguirás estando preso, y recibirás una citación y creerás un poco en ellos.

Acudirás y bajo un frío ártico encajarás la primera paliza, en eso consistirá el juicio, para eso te llamaron.

Los golpes innecesarios son siempre los más duros, los más crueles, ellos conocen el oficio.

Pedirás perdón sin saber el motivo, nunca entendiste los cargos, conservas tu inocencia, pero la innombrable maquinaria de piedra te seguirá torturando un poco más, no habrá piedad.

Y te dicen que se está haciendo justicia, y lo hacen sin gritar, sin aspavientos, como si todo fuese normal, como si ellos fuesen los buenos, y te hacen dudar, y te lo están quitando todo.

Te han tenido encerrado durante meses, acompañado solamente por el miedo, y ahora que no te quedan fuerzas, ahora que sueñas con un minuto más, aunque sea de mentira, ahora ya no quieren alargar la pantomima y recibes la última carta.

Lo harán a escondidas, posiblemente de noche.

Y en sus lápidas sí habrá flores, y datos y fechas y nombres y apellidos, y hasta un pequeño retrato.

Y nunca te pedirán perdón.


Samuel Porcel Dieste.



"Cuando los pacíficos pierden toda esperanza, los violentos encuentran motivos para disparar", James Harold Wilson. 

lunes, 1 de octubre de 2012

El camino del pensar


A mi padre, en su sesenta y dos cumpleaños


Siempre he pensado que el mejor maestro no es el que sabe enseñar, sino el que enseña sabiendo y se entusiasma por ello. El entusiasmo, la capacidad de entusiasmarse, es, creo yo, el ingrediente especial que puede convertir un encuentro en un lugar y un tiempo mágicos, de esos que de vez en cuando se repiten en la historia, y no solo biográfica. La mayoría de las ideas que entonces fluyen no trascienden la situación de la que emergen y son muy pocas las que acaban haciendo historia, pero todas ellas, sabias o tontas, quedan en quien las piensa como la impronta permanece en la cera.

Dice Ortega que nuestra tarea fundamental es la de elegir un estilo o una trayectoria para nuestra existencia, la de modelar nuestro tiempo como el artista hace con la materia; más bien, creo lo contrario, que nuestra facultad de elegir se limita a las pequeñas decisiones, en su mayoría intrascendentes y banales, pero que, a fin de cuentas, no elegimos nuestro camino, sino que es él quien nos elige: se presenta, nos llama la atención, se deja notar, nos seduce, hasta que ya no podemos (ni queremos) desprendernos de él. Y ya que hablamos de caminos recuerdo que de niño, durante aquellos veranos infinitos, adivinábamos la posibilidad de construir una cabaña ("cabañeta", la llamábamos) en medio de matorrales de apariencia inexpugnable. Y era precisamente esa mirada, esa posibilidad, la que daba comienzo a la construcción, a ese camino que luego sería el nuestro.

Ahora me doy cuenta que la mirada a quien le debo lo que soy se contagió de la tuya. No me enseñaste a mirar, sino tu mirada, como el sabio enseña su sabiduría. A través de ella, siempre atenta y expectante, que se proyectaba sobre aquellos pasajes que juntos leíamos de Lacan, o antes, sobre aquellos cuentos borgianos que afanoso nos contabas después de una dura jornada de trabajo, me dí cuenta de que ahí, detrás y más allá de todo eso, se abría un campo infinito de posibilidades, de otros caminos con los que ir construyendo el mío propio. Y es, luego, con los años, cuando uno comprende que, a pesar de la infinita distancia que siempre hay entre un camino y el otro, fue tu mirada el comienzo de mi caminar.

David Porcel