Días como los de hoy, que nos hemos dado libros, y abierto sus páginas aguardando la historia de compañeros que apenas conocíamos, o si conocíamos, de secretos que siempre habían estado ahí, sedimentados. Días como los de hoy, de nubes coloreadas y pasillos llenos de vida que vosotros, sin quererlo, nos prestabais; de voces consumidas por el alborozo y envoltorios olvidados sobre mesas de colores; de un papel regalado que cariñosamente hemos guardado en el fondo de la mochila, o un compañero dormilón al que, con el corazón en mano, esperamos de verdad. Días como los de hoy, cuando el reloj, y los timbres, sirven solo de trasfondo para la función principal y ya no importan el mañana ni el ayer.
Y entonces miramos al cielo,
para volverlo a mirar, y ver en el otro el brillo de nuestros ojos. Ojos
cansados, batallados, de una vida que nos recuerda que seguimos anclados en el trasiego diario, pero que, por un momento, han vuelto a soñar.