Es natural suponer que las ciencias naturales se hayan desarrollado desde que el hombre ha tomado consciencia de su capacidad para entender el mundo. Si nos fijamos en el rasgo común que comparten todas ellas podemos entender por qué esto ha sido así. En efecto, la disposición de todo científico natural consiste en atender las regularidades del mundo exterior con el fin de prever en cierta medida el futuro, incierto y temido, y construir un lugar seguro para el hombre que lo proteja de las amenazas constantes del exterior. La ciencia empírica vendría a sustituir a la religión, que con sus dioses, rituales y mitos se habría mostrado ineficiente en la tarea de brindar al ser humano este lugar seguro que habitar en medio de la naturaleza más inhóspita.
Sin embargo, dicha tendencia atencional orientada al mundo exterior no ocupa la totalidad del conocimiento humano, pues junto a aquélla existe cierta disposición del ser humano a descubrir y examinar su mundo interior, ideal, íntimo. En efecto, la actividad del entendimiento también se desarrolla con ocasión de su propensión a fijarse en el lenguaje conceptual en vistas de descubrir su significado (conocimiento filosófico), sus relaciones y propiedades (ciencia matemática), o las formas irreales posibles (conocimiento artístico).
Ahora bien, ¿de qué amenazas procedentes de los objetos ideales hemos de protegernos para que nuestra atención se reoriente hacia ellos? No parece que dichos objetos, conceptuales o artísticos, encierren ningún peligro, y sin embargo es incuestionable el empeño humano en descubrir y comprender su naturaleza. Ante este hecho nos encontramos con el problema de que el principio de utilidad, que con tanto éxito ha explicado tantos fenómenos naturales, nos resulta ahora inútil para explicar esa tendencia por la que el hombre reorienta su atención de los objetos exteriores hacia los ideales. Porque, ¿qué utilidad puede tener para el ser humano dedicar su energía vital al estudio de objetos y propiedades de los que sabe que poco o ningún beneficio práctico va a sacar?, ¿de dónde le viene al ser humano esa actitud por la que su atención natural desatiende el mundo exterior y se fija en ese mundo ideal lleno de abstracciones e irrealidades?, ¿acaso es constitutivo de la razón su afán de adentrarse en sí misa y desatender todo lo que la rodea?, ¿pero cómo es esto posible si como dicen los biólogos no estamos aquí más que para sobrevivir?, ¿o acaso somos seres patológicos, una verdadera patología dentro de la naturaleza?
Sin embargo, dicha tendencia atencional orientada al mundo exterior no ocupa la totalidad del conocimiento humano, pues junto a aquélla existe cierta disposición del ser humano a descubrir y examinar su mundo interior, ideal, íntimo. En efecto, la actividad del entendimiento también se desarrolla con ocasión de su propensión a fijarse en el lenguaje conceptual en vistas de descubrir su significado (conocimiento filosófico), sus relaciones y propiedades (ciencia matemática), o las formas irreales posibles (conocimiento artístico).
Ahora bien, ¿de qué amenazas procedentes de los objetos ideales hemos de protegernos para que nuestra atención se reoriente hacia ellos? No parece que dichos objetos, conceptuales o artísticos, encierren ningún peligro, y sin embargo es incuestionable el empeño humano en descubrir y comprender su naturaleza. Ante este hecho nos encontramos con el problema de que el principio de utilidad, que con tanto éxito ha explicado tantos fenómenos naturales, nos resulta ahora inútil para explicar esa tendencia por la que el hombre reorienta su atención de los objetos exteriores hacia los ideales. Porque, ¿qué utilidad puede tener para el ser humano dedicar su energía vital al estudio de objetos y propiedades de los que sabe que poco o ningún beneficio práctico va a sacar?, ¿de dónde le viene al ser humano esa actitud por la que su atención natural desatiende el mundo exterior y se fija en ese mundo ideal lleno de abstracciones e irrealidades?, ¿acaso es constitutivo de la razón su afán de adentrarse en sí misa y desatender todo lo que la rodea?, ¿pero cómo es esto posible si como dicen los biólogos no estamos aquí más que para sobrevivir?, ¿o acaso somos seres patológicos, una verdadera patología dentro de la naturaleza?