viernes, 29 de octubre de 2021

Mundos subjuntivos

Cuando ya no cabe la responsabilidad, bien porque nos han asaltado la intimidad, o bien porque desde agencias tecnológicas nos han cambiado nuestra piel –haciéndola insensible a ese primer reflejo despertador del eros-, nos queda la invención y el juego. ¿Qué puede hacer el señor K si no imaginarse mundos subjuntivos o condicionales donde franquear las puertas de la Justicia? ¿Qué puede hacer si no jugar a ser libre, inventándose parábolas, tramas, relatos donde ser protagonista de algo? ¿Qué puede hacer si no figurarse formando parte de asociaciones y castillos donde erigirse dueño de actos y palabras? ¿No es éste el papel del hombre que Nietzsche anticipa en la figura del «superhombre»? ¿No tiene el «hombre expropiado» que reinventarse constantemente para ser? ¿Y no es la democracia, amparada en el derecho al ejercicio de la responsabilidad, otro juego del lenguaje de quien ya está demasiado lastimado para confiar en acciones transformadoras?


"La autoridad y el papel exponencial de las ciencias y de la tecnología en los asuntos del planeta son mucho más profundos que la economía de lo pragmático. Constituyen un movimiento tectónico, una modificación de la fuerza de gravedad de tanto alcance como la erosión gradual, en la mentalidad adulta, de las concepciones religiosas del mundo, una erosión precisamente correlativa a la soberanía de lo científico (...) La computación, la teoría y búsqueda de información, la ubicuidad de Internet y la red global hacen realidad algo que es mucho más que una revolución tecnológica. Suponen transformaciones en la conciencia, en los hábitos perceptivos y de expresión, de sensibilidad recíproca, que apenas estamos empezando a calibrar. En múltiples terminales y sinapsis, se conectarán con nuestro sistema nervioso y estructuras cerebrales (posiblemente análogos). El software será interiorizado, por así decirlo, y la consciencia tendrá quizá que desarrollar una segunda piel." (Epílogo, Lecciones de los maestros, George Steiner)