miércoles, 2 de julio de 2014

Primero fue lo inútil

El origen de lo útil es lo inútil, es decir, lo que está de más, lo sobrante o excedente. Los propios utensilios son una manifestación de ese excedente energético del que gozaba el hombre primitivo. Éste se vio ante la necesidad de encauzar aquella energía rebosante hacia todo tipo de fines imaginables, de orientarla hacia algún propósito antes de que explotara en sus narices. Esto explica que el trabajo mecanizado, contra lo que pueda parecer, tanto deba al juego y a la ceremonia, al erotismo y a la fantasía. Y es que la exactitud ritual en las ceremonias precedió con mucho a la exactitud mecánica en el trabajo, y la división rigurosa del trabajo llegó primero a través de la especialización en los oficios ceremoniales.

Gracias a un cerebro extremadamente desarrollado e incesantemente activo, el hombre disponía de más energía mental utilizable de la que necesitaba para sobrevivir a un nivel puramente animal; y, de acuerdo con esto, tenía la necesidad de canalizar esa energía, no sólo en la obtención de alimento y en la reproducción, sino en formas de vida que transformaban esta energía de manera más directa y constructiva en formas propiamente culturales, esto es, simbólicas. ("La técnica y la naturaleza del hombre", Lewis Mumford en Filosofía y tecnología)


¿Y qué son el utilitarismo, el positivismo o el mercantilismo, que tanto preconizan en nuestros días el valor de lo Útil, más que otra manifestación de esa energía sobrante?