jueves, 28 de abril de 2011

Pedagogía doctrinaria

En la historia de la moral se expresa pues una voluntad de poder, por medio de la cual unas veces los esclavos y oprimidos, otras veces los maldotados y sufrientes-en-sí y otras veces los mediocres, tratan de hacer triunfar los juicios de valor que les son más favorables. Friedrich Nietzsche


Parece un contrasentido encomendar a los filósofos la tarea de educar a la ciudadanía desde una serie de valores y principios cuya validez no ha sido puesta en cuestión. Precisamente el valor de la filosofía radica en su libertad para pensar o discutir cualquier doctrina que pretenda erigirse como verdadera. No es de extrañar, por tanto, que algunos profesores de filosofía, en lugar de limitarnos a transmitir la doctrina tal como nos viene dada a nuestros alumnos, nos esforcemos en dilucidar aquellos supuestos que se encuentran escondidos en cada uno de los dogmas de lo que algunos de mis colegas han llamado pedagogía oficial. Un rasgo idiosincrásico de los fundadores de este tipo de materias doctrinarias es su reticencia al cambio. Sus dogmas permanecen inalterables en el tiempo, de forma que casi cualquier ejemplo histórico, como se ve a continuación, nos puede servir para descubrir esos supuestos:


Primer principio: El fin de la vida debe ser el cultivo del amor y de la felicidad


En cuanto Dios creó al hombre no lo creó para que viviera solo, sino para que pudiera comunicarse con los demás hombres, para ello le dio dones, como el lenguaje con el fin de que pudiera hablar con ellos y también le dio unas inclinaciones naturales, como el amor y la generosidad (extracto de unos apuntes de Formación del Espíritu Nacional)
Hay proyectos personales y hay también un proyecto que todos compartimos. Todos queremos ser felices. Con ese objetivo nos relacionamos, fundamos familias, trabajamos, estudiamos, inventamos cosas. Para ser felices necesitamos vivir en un ambiente adecuado, sin violencia, donde la gente se respete, donde haya justicia. (extracto de un manual de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos)

Segundo principio: Debemos aprender a controlar nuestros impulsos negativos


Todos nacemos dentro de una familia y nuestra casa es una sociedad, un pequeño mundo, en el que tenemos que dominar nuestros malos impulsos, nuestras rabietas de soberbia y envidia (F.E.N.)
Educar la inteligencia emocional, es decir, comprender y controlar nuestros sentimientos, es imprescindible para vivir satisfactoriamente con nosotros mismos y con los demás
(E.C.D.H.)


Tercero: Debemos fomentar el orden y la colaboración para convivir en paz los unos con los otros

¿Qué significa saber vivir en comunidad? Significa saber vivir dentro de un orden. El orden es necesario en toda sociedad, aunque sea muy pequeña, porque sirve para que los miembros de esa comunidad cumplan el fin que tienen, sin que se lo impidan los unos a los otros abusando de su libertad (F.E.N.)
Hay sentimientos buenos y malos. Son sentimientos buenos los que facilitan la convivencia, el entendimiento, la ayuda mutua, la colaboración, el modo adecuado de resolver los conflictos. Es decir, los que favorecen la construcción del proyecto ético común. Son malos los sentimientos que impiden las relaciones, provocan peleas, rompen la comunicación (E.C.D.H.)



Cuarto: Debemos ayudar a los demás a fin de aumentar la justicia en el mundo


Justicia es dar a los demás lo que les corresponde. Esto quiere decir que no todo nos corresponde a nosotros y que hay muchas cosas a las que también tienen derecho los demás. Para ser justos hay que empezar por ser generosos y desprendidos; la primera demostración de que uno es justo la tiene cuando no molesta nunca a los demás (F.E.N.)
En primer lugar, debemos sentirnos afectados por tanto sufrimiento. En segundo lugar, debemos ser “la voz de los que no tienen voz”. Unos niños que no han recibido educación, que están obligados a trabajar para sobrevivir, que no han conocido más que la miseria, tienen muy pocas posibilidades de introducir cambios en sus vidas y en sus sociedades, pero nosotros sí podemos ayudar a que sus vidas mejoren. Nosotros debemos ser sus defensores. Esto contribuiría a hacer un mundo justo. Esta es una tarea en la que todos deberíamos empeñar nuestra inteligencia. Podemos hacer entre todos un “proyecto para un mundo justo” (E.C.D.H.)


Quinto: Debemos contribuir a la belleza y la armonía de las cosas y las personas


Cuando hablamos de belleza en la vida familiar lo que queremos decir es que en la casa debe cultivarse la belleza, tanto en las cosas que no se ven (sentimientos, pensamientos, etc.) como en las cosas que se ven (muebles, adornos, modales, etc.) Una casa por bonita y amueblada que esté, si sus habitantes son sucios, desordenados, poco puntuales etc., no tendrá estética. Por el contrario, aunque la casa sea humilde, si sus habitantes son limpios, ordenados, podremos decir que tienen mucha estética en la vida familiar (F.E.N.)
Al buscar la felicidad, que es el gran impulso que mueve a todos los seres humanos, se van descubriendo algunos bienes fundamentales que todos deseamos tener, porque los consideramos indispensables para ser felices. Hay objetos, relaciones o situaciones que nos parecen por ello "valiosas", es decir, que poseen un valor. Hay distintas clases de valores (...) Valor estético: es el que indica la belleza de algo o de alguien. La palabra “estético” hace referencia a lo bello y lo feo. Un poema o una flor tienen un valor estético (E.C.D.H.)