La razón humana ha llegado a conquistar a Dios, a vislumbrarlo, ahí con todos sus atributos y perfecciones. Ha supuesto y asegurado su existencia, pero en ningún momento, salvo en los sueños de algún científico o filósofo genial, se ha planteado la inclinación religiosa de Dios. ¿Podríamos suponer un Dios ateo?, ¿un Dios, incluso, escéptico, incrédulo, de poca fe? ¿No sería acaso lo razonable pensar en un Dios así? Puesto que, de creer Dios en sí mismo, debería darse una serie de razones más poderosas que las nuestras, que a fin de cuentas se han mostrado débiles y engañosas. Es lo que piensa y comenta el matemático y teórico de la ciencia John Allen Paulos en su celebrado ensayo Elogio de la irreligión, en uno de sus encuentros oníricos con el mismísimo Dios:
YO: Vaya, dices que eres Dios. Espero que no te ofendas si te digo que no creo en ti.
DIOS: No, no me ofendo. A veces incluso dudo de que crea en mí aun siendo yo mismo. Tu escepticismo es vivificante. Me temo que no tengo mucha paciencia con todos esos miserables creyentes que se postran ante mí (...)
YO: Todavía no lo entiendo. Aunque seas un poco más poderoso, ¿te confundes alguna vez? ¿Te debates a veces entre diferentes alternativas, sin una certeza absoluta?
DIOS: Dios mío, sí. Cada dos por tres me sumo en la confusión, la indecisión y la incertidumbre sobre toda clase de asuntos. No puedo estar a la altura del Dios perfecto de san Anselmo, y eso me hace sentir inferior. Por ejemplo, desearía poder contener a mis creyentes más superficialmente fervientes y decirles que se serenen, que miren a su alrededor y piensen un poco, que se maravillen de la comprensión que han alcanzado y procuren difundir ese conocimiento científico. Pero luego lo pienso mejor y decido que tienen que entenderlo por sí mismos. (...)
YO: Has dicho que estás adelantado en muchos aspectos, pero ¿te crees único? ¿Existen otros dioses u otros un poco más poderosos, un poco más poderosos que tú? ¿Existen otros universos superiores? Mira, yo también sé usar las comillas. ¿Y dónde estás tú? ¿En el espacio? ¿Eres inherente a la conciencia? ¿Eres parte de alguna suerte de cerebro universal?
DIOS: Ni siquiera estoy seguro de si estas preguntas tienen sentido. ¿Cómo distingues entre entidades o universos? ¿Y qué entiendes por existir? ¿Existir como existen las rocas, o los números, o el orden y los patrones, o quizá la efímera floración de una planta? Como he dicho, ni siquiera estoy seguro de si soy Dios, y tampoco juraría que tú no lo eres. Puede que Dios no sea otra cosa que nuestros ideales, nuestras esperanzas, nuestros proyectos, o puede que los seres humanos seáis supersimulaciones dentro de algún superingenio como Mátrix.