Noches de
ensueño y desenfreno, de ríos que pasan mientras las aguas se llevan las
impurezas de la memoria. Apagones temporales y vahídos amarillos en la terraza
de los fumetas. Palabras afectivas que se dicen con las manos y bailes
infantiles mientras los corazones laten con la fuerza de entonces. Cubatas de
exceso arrojados al vacío, y otros que vuelven para seguir bailando hasta el
último de los ratos. Compañeros que son amigos cuando preguntan por el sentido
de tu último libro, o cuando ves que otros han hecho casa en el instituto de
Miralbueno. Familias que se recogen para emprender el nuevo día, o la semana,
con eso de que también hay lunes y martes. Palabras temblorosas que no sabías
si decirlas hasta la segunda cerveza. Abrazos que te dicen que irás también el curso
que viene, compañeros que se van y otros que quedan. Bancos desalojados,
canciones olvidadas, chupitos no bebidos, sonidos que no llegan, y recuerdos
que no arrancan. Noches de luz donde los gestos dicen más que las palabras
porque ya no importa lo que digas. Pequeños rencores y aclaraciones, perdones y
gracias, que se van con el último cubata antes de abandonar la sala. Rituales
necesarios, que nos devuelven a la vida y hacen del siguiente curso el curso que viene. Momentos de amistad, gozo, desvergüenza, donde ya solo quedan
las hojas para taparnos los genitales y seguir bailando el resto del verano.
sábado, 28 de junio de 2025
Final de curso
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