viernes, 25 de junio de 2021

Colonialismo digital

Los grandes colonos de nuestros días, que verán crecidas sus arcas mientras el mundo de los de abajo se desmorona, han basado su ambición en el único objetivo de convencernos de que cuanto pensamos, sentimos y queremos debe ser exhibido, anunciado, para que adquiera el estatuto de realidad. En el momento en el que uno ya no mira el mundo, o no experimenta el brillo en la mirada de los demás, y en su lugar aparecen ojos artificiales colgados de los infinitos alambres que pueblan hogares, ciudades y mares, se confirma, una vez más, el poder de quienes hacen de la falta el alimento para capturar la vida entera.

Sin embargo, lo que no saben estos capturadores es que la vida sólo puede ser amada, y cantada.



"En el sistema tecnológico ocurre todo lo contrario. Sus moradores no dejan de estar constantemente conectados. La hipercomunicación garantiza la transparencia. Son los mismos «usuarios» los que gozan exhibiéndose en rituales de exposición que nadie pone en duda. Cualquier viaje, cualquier celebración, comida o suceso tiene que ser anunciado en la red. Si no se hace así parece que no alcanza el estatuto de realidad. A diferencia de lo que narra Kafka al final de El proceso, la vergüenza ya no nos sobrevive. El sistema tecnológico impone la lógica de la exhibición total, de la afirmación sin límites, de la positividad extrema, de la desvergüenza." (Joan-Carles Mèlich, La fragilidad del mundo)

2 comentarios:

Prueba dijo...

Desgraciadamente, nuestras vidas parecen una película de cine, y nuestra mayor ambición consta de que éstas alcancen ser un auténtico taquillazo. Cuanta más gente sepa de nuestra existencia, experiencias, de lo "felices" que somos, mejor. Ya nos sabemos ser sin la mirada del otro. Y con otro no me refiero a seres relevantes en nuestras vidas, a los que queremos y de cuyas miradas sí somos menesterosos, sino a las masas, followers, likes...
La exhibición es tan brutal que hace ya tiempo que superó la línea de la intimidad. Si hemos sido capaces de renunciar a un carácter tan preciado, ¿Qué será lo próximo?¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar? Si no merece la pena, hecho irrefutable, ¿Por qué lo seguimos haciendo?¿Es la sociedad consciente de este estado y de sus riesgos?
Nos hemos olvidado de ser por y para nosotros. Somos exposición a través de pantallas. Parecemos museos cuyas obras de arte han sido creadas para agradar al otro, perdiendo así su función creativa y liberadora. La exposición nos cohíbe, nos hace mentirosos. Se me ocurre un peligro más, y es que, en este mundo reinado por la tecnología, si prescindimos de dicha exhibición, somos invisibles, inexistentes. En mi opinión, me es irrelevante dejar de ser para un mundo así.
Propongo una revalorización de la mirada, pero no la ajena sino la nuestra, hacia nosotros mismos. Una mirada suficiente, que nos permita reconocernos, concienciarnos de nuestra realidad. Una mirada sin carencias ni déficit, plena. Miradas de autoafirmación, de autoconocimiento, cálidas, vivas. Necesitamos prescindir de los entes virtuales.
Hemos de plantearnos el porqué de la excesiva exhibición y ser conscientes de sus riesgos, pues lo único que generan es seres que se perciben como incompletos, insuficientes.

Un abrazo!

David Porcel Dieste dijo...

Muy interesante el planteamiento ético que propones. Un fuerte abrazo.