sábado, 22 de mayo de 2021

Los imposibles y sus atributos

Sin duda, nos define más aquello por lo que nos sentimos incapacitados, o imposibilitados, que lo que nos hace sentirnos poderosos. Y es llamativa la tendencia, creciente, a situarse desde el lado del poder, de la posición del podemos, cuando ésta es sólo una de las formas más precarias, y endebles, del existir. Leo de Víctor Gómez Pin que "no podremos nunca tener certeza alguna del origen del lenguaje", de Josep Maria Esquirol que "por mucho que avance la ciencia, nada de nada sabríamos sobre el hecho de que tú y yo estemos aquí", de mis alumnos de Valores que Eduardo Manostijeras "nunca podrá verdaderamente amar"; y, sin embargo, nos empeñamos en creer que todo lo sabremos y que es cuestión de tiempo que resolvamos todos los misterios. Me desconcierta, la verdad, que el hombre de hoy no vea todo lo que genera la experiencia de la imposibilidad y, en su lugar, siga empecinado en querer convencerse que todo lo puede.



8 comentarios:

Anónimo dijo...

Y precisamente esa incapacidad de conocer y de poder es lo que nos define. El hecho de tratar constantemente de saciar nuestro desconocimiento está condenado a la frustración. No somos seres poderosos ni mucho menos, de hecho, todo lo contrario, somos seres débiles, reemplazables, innecesarios. Debemos aceptarlo y abrazarlo, pues de ahí se deriva la vida como misterio, misterio que provoca dolor, dolor paliado con el amor al prójimo.
“Saber es poder”. Igual este lema cobraba algo de sentido en una sociedad donde el acceso al conocimiento se limitaba a una ínfima parte de la población, pero ahora, en un mundo hiperglobalizado, el supuesto “poder” está al acceso de casi todo ser, el problema está en confundir conocimiento con información, que poco tienen que ver.
La única presencia en nosotros del conocimiento y del poder es el eros, el deseo por alcanzarlo, deseo obviamente insaciable, en continua búsqueda de respuestas, deseo que genera ambición, voluntad. Está en nuestras manos alimentarlo y que este prolifere, siempre teniendo en cuenta nuestra contingencia e insignificancia, y sumergirnos en esa “experiencia de la imposibilidad”, o taparnos los oídos antes su prominente llanto y hacer como que no existe, negando así la vida, jugando a ser dioses todopoderosos, infinitos, a ser superhéroes en lugar de ser superhombres.
Somos lo que somos y lo que no somos ni podemos llegar a ser. Hecho irrefutable. El problema abarca en esa obcecación con alcanzar lo imposible y negar su imposibilidad.
Somos entes finitos, por lo que nuestra esencia también se compone de esa imposibilidad de eternidad. Y qué es ni más ni menos lo que pretende alcanzar la ciencia y tecnología actual? La inmortalidad. Vivimos negándonos y encima ilusos al creer en la posibilidad de modificarlo.
Negamos la belleza del abismo, abismo que paradójicamente nos condena al dolor y nos libera de un destino. La vida no es un camino, la vida es estar arrojados en un inmenso océano cuyo estado poco se asemeja a la calma. Nadamos para sobrevivir y nos damos la mano para dejar de lado esa necesidad de supervivencia constante y vivir.

Un abrazo!

Rocío dijo...

También lo pienso así, querido David, nos cuesta reconocer nuestros límites, y eso que nuestro orgullo epistemológico ha sido en no pocas ocasiones, touché.

David Porcel Dieste dijo...

Es sorprendente el modo como haces crecer la idea, que en tus palabras apunta a una antropología: "El hecho de tratar constantemente de saciar nuestro desconocimiento está condenado a la frustración." Esta condena es, precisamente, el pago por el mayor de los autoengaños. Gracias por hacer que sigamos aprendiendo de ti. Un abrazo

David Porcel Dieste dijo...

Así es: nos resistimos a ver nuestros límites y a no ver el poder que su experiencia genera. Un abrazo

Anónimo dijo...

Seamos optimistas. Cuando sepamos todo podremos, por fin, dudar en paz.

David Porcel Dieste dijo...

Precisamente, donde no hay posibilidad para el conocimiento reina, por fuerza, la quietud y la serenidad. Quien por el contrario todavía se ve con fuerzas para seguir caminando, no descansará.

M. A. Velasco León dijo...

Seguimos presos de una huida hacia adelante. La capacidad de negación de la que hablaba Cencillo (que ya te he mencionado más veces) nos permite ignorar de múltiples modos lo que nos rodea, hacerlo inexistente a nuestros ojos. Ahora mismo, millones de humanos son incapaces de ver lo que la pandemia nos ha mostrado a las claras, nuestra impotencia, nuestra fragilidad y nuestros limitados conocimientos. Pues, al contrario, muchos ven ahí la capacidad humana de enfrentarse a todo.

David Porcel Dieste dijo...

Muy cierto, el autoengaño, o la mala conciencia, sí que necesita de una verdadera cura. Gracias por tus sabios comentarios.