lunes, 15 de agosto de 2022

El filo de la palabra

Ahora que entraremos en el curso con la nueva asignatura de Educación en valores ético-cívicos, nuevamente de una hora a la semana y para todos los alumnos de 3º de ESO, sería interesante aprovechar este curso para introducir –aunque brevemente por exigencias del guion- los textos clásicos a los alumnos. Nuestros alumnos verían que hay problemas que preocupan al hombre de hoy similares a los que preocupaban al de hace más de dos mil años, y que las soluciones que estos dieron nos pueden servir para afrontarlos. Tendemos a pensar que es necesario innovar para solucionar y a olvidar la sabiduría de nuestros infinitos antecesores. La historia no es sólo historia del pasado sino también, y fundamentalmente, memoria viva contada desde el presente. Y el caso es que, a través de una de mis lecturas veraniegas, Momentos estelares, de Stefan Zweig, que presenta la obra política de Cicerón como una defensa de las bases para el buen gobierno y una prevención de aquello que amenaza con destruir cualquier forma de poder, pueden encontrarse ideas interesantes sobre la importancia de la práctica de la virtud y la (i)legitimidad del uso de la violencia.



Cicerón, y así lo describe el escritor austriaco, descubre que lo perdurable es perdurable porque se asienta en tierra fértil, suelo sólido, de ahí la necesidad de fundar el Estado en virtudes humanas duraderas como la templanza, el respeto al prójimo y la generosidad. Y de ahí su rechazo de la violencia como germen y causa de inhumanidad. La violencia engendra violencia. La violencia degrada tanto a quien la recibe como a quien la comete, por lo que cualquier tentativa de fundar una relación –ya sea política, familiar o amistosa- en la violencia, que enseñe aquella parte del ser humano más abyecta y deshonrosa, acabará despertando rechazo en nuestros semejantes y disolviendo la relación: “Pero lo que eleva su testamento tan sorprendentemente por encima de su época es ese sentimiento nuevo que medio siglo antes del cristianismo se expresa por vez primera: el humanitarismo. En una época de la más atroz crueldad, en la que hasta César cuando conquista una ciudad manda cortar las manos a dos mil prisioneros, en la que los mártires y las luchas de gladiadores, las crucifixiones y lapidaciones son hechos cotidianos y naturales, Cicerón es el primero y el único que alza la voz para protestar contra cualquier abuso de poder. Condena la guerra como el método de los beluarum, de las bestias, así como el militarismo y el imperialismo de su propio pueblo, la explotación de las provincias, y solicita que la anexión de otras tierras al imperio romano sólo se haga por medio de la cultura y de las costumbres, jamás por la espada."

1 comentario:

M. A. Velasco León dijo...

Así acabó sus días el bueno de Cicerón, "pacíficamente"
Sí que está previsto el poder hablar de quien sea oportuno en los bloques de los saberes básicos de La educación en valores cívicos y éticos.