Suelo escribir algo con el primer café, o cuando llegamos de alguna excursión, al atardecer, tumbado a la bartola. Y el caso es que estos días lo he hecho desde el móvil, en una zona del camping reservada de conexión WiFi. Es un lugar agradable, con sus mesas y sombrillas, por si quieres acompañar tu navegación de un café o un refresco. Lo que me llama la atención es que, al menos durante esta hora en la que escribo algo o aprovecho a compartir alguna foto con familiares y amigos, me siento formando parte de la nueva oleada de adolescentes y niños, de no más de siete u ocho años, que, sin café ni refresco, y mientras sus padres toman el sol en la piscina, pasan la tarde pegados a sus móviles. Ávidamente. De pronto sonríen, se sonrojan o profieren algún abrupto comentario como buahhh, ohhhh. Y es que está claro que esta otra vida, la conectada, les satisface si cabe tanto como la vida común, la del aire libre, ahora también llamada desconectada. Les satisface y confiere identidad, porque para ellos el móvil nunca ha representado un mero utensilio o juguete con el que pasar buenos ratos, sino que es una manera de trazar y labrar su entramado vital. El móvil, a diferencia de un reloj o unas gafas, no es un accesorio o un recurso para vivir mejor, sino un puente desde el que construir vida. La vida, decía, Ortega, es un ocuparme con las cosas y los otros. Pero ahora son las cosas y los otros los que, a través de ellas, ocupan nuestra vida: "La tecnología no es neutra, por mucho que un sentido común simplón se empeñe en repetirlo una y otra vez; la idea de la neutralidad de la tecnología es una trampa que hay que señalar, un mantra que hay que poner en duda desde el inicio. Esta es la labor que muchos filósofos han intentado llevar a cabo. Langdon Winner reclamaba la necesidad de una crítica de la tecnología parecida a la crítica artística y cultural. De nuevo, no se trata de una salida de tono o una excentricidad. Bien pensado, la tecnología forma parte de la cultura; son los seres humanos quienes la crean. Y esas creaciones, parecidas en cierto sentido a las de la pintura, la literatura o la música, podrían someterse también a consideraciones críticas." (El desencanto del Progreso)
1 comentario:
El lema de la exposición de Chicago de 1933 ya decía:
"La ciencia encuentra, la industria aplica, el hombre se adapta"
Desde su mismo nacimiento no fue neutral.
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