domingo, 17 de febrero de 2013

Reflexiones de un nihilista erótico

Friedrich Baroh es el nihilista erótico. Se trata del personaje principal del ensayo-novela de Ernst Jünger El problema de Aladino (1983) En la solapa de la cubierta de la edición de Juan Conesa tengo escrito las siguientes palabras: "el problema de Aladino es el problema de todo hombre que ve en la arena que discurre por la tobera la eterna erosión del Tiempo." Se trata de algo que escribí hace ya unos diez o doce años cuando leí por primera vez el libro. Ahora mi perspectiva es distinta y con ella su lectura. El tema de fondo es que el puro poder y el disfrute de la técnica no satisfacen los anhelos más hondos del ser humano. El protagonista descubre una nueva necesidad en el hombre, de esas que yacen ahí latentes durante épocas sin haber sido despertadas, y entonces funda un imperio en torno a ese instinto intemporal. "No podemos prometerle la eterna bienaventuranza, pero sí el descanso eterno", o "¿Quisiera estar reunido para siempre con sus seres queridos?", son algunos de los mensajes con los que Friedrich y su tío promocionan su empresa "Terrestra", que acaba convirtiéndose en un gran santuario eterno, un cementerio central para el planeta, en torno al cual no sólo van los muertos, sino multitud de peregrinos que anhelan dar culto a ellos. Su éxito se funda en la recreación de un espacio para que esa necesidad encuentre un lugar, un cauce, en unos tiempos en los que nada dura, todo cambia a ritmo acelerado: "en el fondo, el mundo es una tumba en la que se hunden los tiempos y de la que resurgen como asfódelos. Esto es la semilla y la cosecha, y Orfeo vive en todo historiador." (p.159) Sin embargo, el creciente éxito económico de Baroh no hace más que ahondar en su problema: su irremediable nihilismo: "Federico III, emperador alemán, rey de Prusia, reinó noventa días antes de sucumbir a su cáncer de laringe. Puedo imaginarme cómo Bismarck se acercaba a su cama y le presentaba los documentos a la firma. ¿Qué son las provincias, las cruces del Águila Negra, los disturbios en los distritos silesios, frente al pequeño tumor en la garganta? -el emperador no atiende ya a la voz del canciller, sino al leve carraspeo que trata de abrirse paso por la cánula. El hombre está solo." (p. 171, 172)
 
El nihilismo, por el que se piensa desde el convencimiento de que no hay propósito alguno que rija el devenir de la historia o la evolución de las especies, es algo que, si bien no puede ser abolido, puede pacificarse. Y la cura, como bien sabe el autor-protagonista, no está en un nuevo idealismo, precisamente porque, como ya anticipa el Viejo Cabeza de Pólvora, el nihilismo es el idealismo llevado hasta sus últimas consecuencias. No, la solución está en el eros, en el deseo puro, sin objeto ni finalidad que lo mueva. Lo encontramos en la amistad, el amor (no a un ideal, sino a una persona concreta), las musas o el juego. Y es verdad porque, bien pensado, quien se entrega al erotismo y la embriaguez olvida provisonalmente su yo y, con ello, la miseria y fugacidad del mundo.  El eros es el poder fundamental que todo lo une, que todo lo mueve. Y cuando éste falta, sobreviene el nihilismo.


 
Madagascar, Bdas

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Es probable que el amor sea la sola construcción humana que teniendo su origen en una falla estructural (el arrancamiento de lo eterno -la Madre- y el abocamiento a la muerte) nos pone en una relación con el inconsciente de aceptación del mismo, esto es, nos hace considerar la realidad como un remedo nimio del mundo. y nuestra locura como un paso adelante.
Por el contrario, los mercaderes de la tecnología hacen de sus zombis unos felices zombis, que solo austan en la tele a la hora de la siesta.

David Porcel Dieste dijo...

Vaya, hermosa reflexión, que comparto plenamente.

Samuel Porcel Dieste dijo...

El drama del hombre es irresoluble, la contradcción es brutal: como seres vivos tenemos el instinto de preservar la especie y como seres racionales sabemos que, tarde o temprano, sucumbiremos (a nivel colectivo).
Menos mal que tenemos nuestra individualidad, donde no existe tal contradicción.

David Porcel Dieste dijo...

Sí, lo primero conduce a las sociedades, las ciencias y las artes; lo segundo al desánimo y al derrotismo. Eso sí, el nihilismo de Baroh se funda en considerar al individuo como lo Absoluto; consideración que lleva a concebir la muerte como un límite absoluto. Solo una experiencia iniciática (y fundacional) del "misterio" logra al final pacificar su nihilismo. Lo que la cultura no ve hoy, es que por esa experiencia se despierta el eros en todas sus manifestaciones.

M. A. Velasco León dijo...

Ese nihilismo tiene ecos del Único de Stirner. El amor no es su antídoto, más bien el es la negación cobarde del amor, como realidad constitutiva. Eros que todo lo traspasa y une, siempre que sea concreto, en carne y hueso. La ilusión de una individualidad aislada no me parece sino una huida narcisita.
Saludos

David Porcel Dieste dijo...

Stirner acaba adornado al Único como los demás a Dios, la Idea o lo Absoluto. Esta es una consecuencia de tratar de buscar realidades primeras. Saludos

David Porcel Dieste dijo...

Perdón, quería decir "adorando"

Anónimo dijo...

"Adornando al Único" también le da un potente sentido a tu comentario que no hay que despreciar.