sábado, 23 de enero de 2021

Habitantes de la intemperie

Contrasta lo poco que conocemos de la ciudad cuando salimos al balcón y la miramos de frente con todo lo que nos importa poder hacerlo cada día. Una mirada fugaz, momentánea, pero que ilumina cada día haciéndolo salir del calendario y remontándonos, con él, al misterio de las cosas. Poder mirar cada día la ciudad desde el balcón. Uno de esos pequeños gestos que, pese a los informativos y modas telediarias, nos dicen que todavía estamos ahí. Estamos ahí, a la intemperie. Una intemperie que la consciencia de poder generada por la velocidad de los tiempos a muchos escamotea. Y que hace olvidar que quienes viajaban sobre el Titanic también eran habitantes de la intemperie, solo que no lo sabían. De ahí que venga bien de vez en cuando soñar con camas yaciendo bajo tormentas o máscaras atravesadas de abrazos eternos. Quizá, después de todo, aprendamos a ver en nuestros hospitales verdaderos albergadores de cuerpos desnudos, pero solo porque ellos también imploran rozar los cielos.

"La gran soledad de la persona singular es uno de los signos característicos de nuestro tiempo. La persona singular está cercada, está rodeada por el miedo, el cual va empujándola como si fuera un muro. El miedo toma formas reales - en las cárceles, en la esclavitud, en la batalla de cerco. Esto llena los pensamientos, los diálogos del hombre consigo mismo, esto llena tal vez también sus Diarios, en unos años en que no puede tener confianza ni siquiera en los que más próximos le son." (Ernst Jünger)

4 comentarios:

Anónimo dijo...


David me encanta, es súper bonita. Un hecho tan simple como mirar por el balcón nos hace salir por un instante de esa aceleración que nos consume, y nos permite contemplarla desde fuera, nos conecta con ese devenir impreciso, que tanto nos asusta, y más ahora, nos hace sentirnos minúsculos, insignificantes, pero a la vez parte de un conjunto, de un todo. A través de esa momentánea mirada nos convertimos en espectadores de un absurdo, de un sin fin de incógnitas. Pero a la vez nos alivia, nos permite respirar. Son momentos mágicos, infinitos y efímeros al mismo tiempo, cada uno distinto al anterior, puesto que la ciudad fluye, al igual que nosotros, nunca miramos con los mismos ojos.
Muchas veces, esa inocente mirada hacia el exterior es la que me provoca tanto vacío, esa sensación de salir de mi ser y contemplar el mundo por primera vez.
Es fascinante como algo tan sutil nos provoca tantas sensaciones.
La intemperie tiene un gran poder en nosotros, y no somos conscientes de ello.

David Porcel Dieste dijo...

Brillante, Noa. "La intemperie tiene un gran poder en nosotros, y no somos conscientes de ello." Justamente, creo que la vivencia de la intemperie nos conecta con los otros de una forma más poderosa que como lo harían todos los tratados de ética juntos. Muchas gracias por tu enorme comentario.

M. A. Velasco León dijo...

Quien ni siquiera tiene balcón al que salir, está todavía más a la intemperie. Y cuanto ménos lo sabe, más embarcado se haya en ese Titanic que es la vida.
Buena entrada y buen comentario.
Salud

David Porcel Dieste dijo...

Interesante el matiz. Gracias