jueves, 14 de enero de 2021

Contra el derrotismo

La cura contra el derrotismo también está en uno mismo. O es lo que aprendí de las lecturas juveniles de estoicos y rebeldes. También del Único de Stirner, tan denostado, pero que mete el dedo en la llaga cuando habla de señalar el origen de tantas banderas e idolatrismos. Diríamos que el combate se libra en el interior, no en la discusión del café o saliendo a gritos y palas. Nos va en juego el porvenir, que de tan poco lo es todo. Casi nada.


Un compañero me preguntaba esta mañana que por qué creo todavía en la filosofía. ¿Pero cómo no voy a creer en la filosofía? Me he dicho. ¿Cómo no voy a creer en lo que, por definición, nos vincula, nos ocupa, nos implora? Claro. La cura está en reparar en la filia. No en la del prójimo, que ya pasó aquello de mirarnos a través del otro, sino en la propia, la que nos une a las cosas, a las de cada día, como el pan de la mañana, la pizarra del aula 24, el gorrito azul del alumno de la esquina, o aquella ventana. Mírala. Ahora abierta.

La cura está en reparar que, aún dentro de nosotros, tan adentro que ya no se puede sacar, hay filia, deseo, ardor, algo de verdad. La cura está en sentir que todavía hay mucho por decir, y por hacer, y por amar. La cura es fijarse, también, en lo sempiterno de las cosas, y de los días.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Es precioso David. No creer en la filosofía es negarse a la vida. Hemos sido expuestos en un mundo al que tendemos a acostumbrarnos, pero el amor nos mantiene vivos, el amor al otro, a uno mismo, al conocimiento. Este deseo es interno al ser, debemos permitirle florecer. No podemos dejar de sorprendernos por lo que la vida nos regala en cada momento, por mínimo que sea. Así conseguimos algo de eternidad entre tanta fugacidad. El deseo nos aferra a la vida. Y la filosofía es deseo, enterrado en cada alma. Somos los únicos responsables de que salga a la luz. Eso es lo que nos sana.

Un abrazo! Noa.

David Porcel Dieste dijo...

No lo podría haber expresado mejor. Tu comentario, Noa, es el mejor complemento a la entrada. Muchas gracias

Rocío dijo...

Totalmente de acuerdo con lo que habéis expresado y además de manera tan hermosa. Debemos considerar cada instante como una eternidad. Deberíamos vivir el momento.
Muchas gracias David y Noa

David Porcel Dieste dijo...

A ti, Rocío. Por compartirlo.

M. A. Velasco León dijo...

En uno mismo, sí, pero uno abierto de par en par a quienes nos constituyen, a los otros singulares, a ese chico del gorro azul y a quien no parece importarle nada lo que dices y a quien ha olvidado que la filia es impulso y unión con el de enfrente.
Lo que resta por decir y hacer y amar, como dice Noa, cada uno ha de sacarlo a la luz, es decir, ha de parirlo -alumbrarlo- pero dirigido a ese tu concreto que es fuente de eternidad en cada encuentro.
Gracias por vuestras palabras.

David Porcel Dieste dijo...

Muy cierto todo lo que dices. Gracias a ti por pasarte y contribuir como siempre.

Robin de los bosques dijo...

Pues a mi ahora me cura y me reparan vuestras palabras, porque encontrar la filia uno dentro de sí, dependiendo del contexto, a veces es muy difícil. Y el apasionamiento de los demás es también el calor para los días en los que el mundo se ha vuelto demasiado frío.

David Porcel Dieste dijo...

Bienvenida al club de los apasionados. Fría o caliente, la pasión que no falte. Un fuerte abrazo.