Cuando el Premio Nobel de Física Erwin Schrödinger comunicó a sus colegas su intención de abandonar provisionalmente sus investigaciones en mecánica cuántica a mediados del siglo pasado, ninguno de ellos podía creerse que la razón de ello fuera un deseo del físico de retornar al conocimiento de los primeros científicos como Protágoras, Parméndies o los pitagóricos. Sus colegas se sintieron desconcertados ante la nueva inlinación intelectual del físico astruiaco y éste se vio en la necesidad de justificar su nueva inclinación. Por ello en 1948 publicó unas Conferencias que 'Metatema' edita con el título de La naturaleza y los griegos, una obrita ciertamente recomendable para los deseosos de conocer los motivos que animaron en Occidente el nacimiento de la ciencia.
El físico austriaco, al comienzo de dichas Conferencias, aclara que su interés por conocer la historia de la ciencia obedede a un deseo de descubrir las causas de la crisis que por entonces padecía la física y, sobre todo, a un intento de delimitar el papel de la ciencia en la comprensión del ser humano y del mundo. Schrödinger reniega del cientifismo que invade la ideología del momento y que arrincona otras formas de conocimiento como la metafísica, la epistemología, la estética o la filosofía moral en la tarea de llegar a una comprensión global del ser humano y del mundo. El impulso del científico de leer a los clásicos obedece por tanto a un deseo de descubrir los presupuestos de la investigación científica desde sus comienzos con el fin de entender las razones de esa actual ideología cientificista tan equivocada y abominable.
Examinando las ideas de los pitagóricos, de la cultura jónica, a filósofos y científicos como Protágoras y Parménides, ensayos de sus numerosos comentaristas, Schrödinger concluye que uno de los presupuestos fundamentales que subyace y anima la actividad científica en dichas escuelas se resume en el lema de excluir la persona que comprende (el sujeto de conocimiento) de la representación racional del mundo que se va a construir (el otro gran presupuestos sería la asunción de que el mundo puede ser entendido) La falta de consciencia de dicha exclusión, argumenta el físico, se traduce y refleja en el intento de conocer el sujeto en el seno mismo de la imagen material del mundo bajo la forma de un alma o de una psique. Lo notorio, concluye Schrödinger, es que ese mal hábito de excluir el sujeto del conocimiento de la construcción científica de la realidad, adquirido y practicado durante siglos por los científicos hasta el día de hoy, conlleva a la falsa creencia de que la ciencia, la construcción científica de la realidad, permite un conocimiento completo del hombre y del mundo y explica, por otra parte, las constantes discordias entre científicos y metafísicos. Por tanto, sólo una consciencia de los límites de la ciencia puede hacernos entender, por un lado, las deficiencias de la ciencia actual y, por otro, la necesidad de acudir a la epistemología, a la estética, a la ética, a la metafísica, e incluso a la religión para una comprensión global del hombre (en el repertorio de Schöringer queda fuera la poesía y el arte en general, aunque se desconoce si intencionadamente)
Resulta fácil de entender la manera como ese mal hábito ha ocasionado el abandono de otras formas de conocimiento alternativas a la ciencia. Ésta, en su intento de describir y comprender la naturaleza, simplifica el problema al que se enfrenta. De forma inconsciente, el científico simplifica dicho problema al ignorar (o desconectar de la imagen del mundo a construir) su propia personalidad, su persona en cuanto sujeto que conoce, por lo que ésta deja de ser problema. Piénsese, como lo hizo fabulosamente Kant, que los mecanismos del conocimiento pueden ser considerados como elementos integrantes del mundo material, pero también como elementos constituyentes de la mente, de ahí que junto a las ciencias empíricas sea necesaria una ciencia del conocimiento humano cuyo problema sea justamente averiguar dichos elementos. Por otra parte, advierte Schrödinger, con enorme dificultad podemos pensar ambas cosas al mismo tiempo: o bien reconstruimos lo que percibimos, con lo cual quedamos fuera en tanto sujetos conocedores, o bien nos miramos a nostros mismos a fin de hallar esos mecanismos que posibilitan el conocimiento científico, y entonces queda fuera el mundo observado.
Por tanto, este mal hábito, que implica el olvido del sujeto y de sus condiciones posibilitantes del conocimiento para una comprensión global del ser humano, es lo que a juicio del físico explica que la visión científica no contenga en sí misma valores éticos, ni estéticos o epistemológicos, y hace por tanto necesario contar de nuevo con esas disciplinas en la construcción científica de la realidad.
1 comentario:
Sí, sí...
Publicar un comentario