Bien puede leerse la Crítica de la razón pura del maestro Kant como una novela,
aburrida, pero novela al fin y al cabo. Y lo mismo ocurre con los grandes
libros de ciencia como los Principios
matemáticos de la filosofía natural de Newton o Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano de Galileo. Y decimos que
pueden leerse como novelas porque todo cuanto hay escrito en ellos no se
refiere al dominio de las cosas que son, sino al de las que pueden o deben ser. Es frecuente atribuir a la ciencia o a la epistemología
un poder descriptivo, como si fueran los únicos saberes capaces de describir el
mundo cual conjuntos de hechos analizables y descriptibles. Sin embargo, más
bien, aquellos saberes tienen un carácter prescriptivo, pues no informan de
cómo es el mundo sino de cómo tendría que comportarse dadas unas condiciones
ideales, inexistentes al fin y al cabo.
La crítica trascendental kantiana no se ocupa de
analizar algo que se da de hecho, sino aquello que tiene que darse (lo que llama Kant las formas a priori de la sensibilidad y del entendimiento) para que de
hecho haya conocimiento. Pero lo que tiene que darse, por definición, no
pertenece al dominio de cosas que existen de hecho, sino a las que existen por derecho. De ahí que Kant no haga psicología, sino teoría novelada. Asemeja en este sentido a la
teoría del derecho, que nos habla de realidades inexistentes en el mundo fáctico, o a la física de Galileo, cuyas leyes del movimiento no describen el movimiento real y visible
de los cuerpos, sino cómo deben comportarse éstos dadas unas condiciones a priori inexistentes (resistencia 0,
uniformidad y rectitud del movimiento, etc) Por ello, el mundo que describe Galileo es puramente ideal, lo mismo que el mundo que describe Kant o el que describe la teoría del
derecho. Pero entonces, ¿qué diferencia hay entre el mundo de la ciencia y el mundo ideal de Cervantes o de Borges? Pero sobre todo, ¿qué relación puede establecerse, si es que puede establecerse, entre el
mundo de los objetos (ser) y el de los conceptos (deber ser)?
5 comentarios:
Impecable, David.Pero siempre te vendrá el policía de turno con la palmeta: como don Umberto Eco y sus «Límites de la interpretación», su ornitorrinco, etc. «Sólo hay una buena y es ésa, la mía». En fin.
Claro, siempre hay quienes necesitan poner esposas. Gracias por el amable comentario. Un abrazo.
Gracias a ti. Abrazos, querido compañero.
Entre objetos y conceptos nunca ha dejado de haber relación. Si lo que llamas conceptos, teorías noveladas, pueden dar lugar a objetos tanto o más que estos les sirven de base, entonces el problema está más bien en dónde situar la demarcación.
Y más allá, ¿vale la pena buscarla?
Claro, pero la relación a la que aludes siempre está mediada por una teoría (de nuevo, novelada...): que si se relacionan por participación, por abstracción, por intervención de la conciencia pura..... El tema es que cualquier intento de establecer una relación entre mundo y lenguaje exige de nuevo de la destreza de contar historias, algunas más convincentes que otras, pero narraciones, al fin y al cabo.
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