Una de las concepciones
antropológicas que más peso ha tenido en nuestra tradición se basa en la idea
de que somos proyecto, futurición. De alguna forma, la vida es promesa,
expectativa, deseo de ser lo que todavía no somos, de forma que nuestro grado
de autenticidad se mide por el grado de aproximación respecto de aquel ideal. Un
ejemplo magistral que echa por tierra esta concepción es el diálogo que
mantienen Tom Cruse y Nicole Kidman en Eyes
wide shut. La historia avanza con el relato de Alice, que
tiene un carácter testimonial:
¿Te acuerdas del último verano en Cape Cod?, ¿te acuerdas que había un joven oficial de la marina muy cerca de nosotros? (....)
Al pasar junto a mí me miró una mirada. Nada más. Pero apenas pude moverme. Aquella tarde Elena fue al cine con su amiga y tú y yo hicimos el amor, y también hicimos planes sobre el futuro y hablamos sobre Elena. Y en ningún momento se me fue de la cabeza. Y pensé que si él me deseaba, aunque solo fuera por una noche, estaría dispuesta a dejarlo todo: a ti, a Elena, todo mi jodido futuro, todo.
Y era extraño porque, al mismo tiempo, te quería
más que nunca y en aquel momento mi amor por ti era a la vez tierno y triste.
A la mañana siguiente me desperté llena de pánico. No sabía si tenía miedo de que se hubiera ido o de que aún estuviera allí. Entonces, comprendí que se había marchado y sentí un gran alivio.
No es la expectativa o la promesa de un futuro mejor lo que mueve el deseo de Alice hacia el joven oficial, que sin embargo está dispuesta a dejarlo todo por acostarse con él. El deseo de Alice no es
el deseo de quien anhela ser, sino justamente lo contrario. Podría decirse que, mientras está dispuesta a sacrificar su yo (como proyecto), ella no desea ser más Alice; y es que de repente ha comprendido que no es quien creía ser, que aquello que más amaba (su familia, su porvenir) ahora
resulta ser una ilusión, una mera promesa vacía de concreción y realidad.
La estimación no mueve el deseo, que sin embargo exige, llegado el caso, la renuncia a todo lo estimable y valorable. Y es que el deseo tiene algo de homicida, o mejor, de suicida, porque precisamente su consumación arrastra la aniquilación del yo, entendido como porvenir y proyecto. No, la vida no sólo es proyecto, sino también y sobre todo, pulsión y vértigo a no ser.
La estimación no mueve el deseo, que sin embargo exige, llegado el caso, la renuncia a todo lo estimable y valorable. Y es que el deseo tiene algo de homicida, o mejor, de suicida, porque precisamente su consumación arrastra la aniquilación del yo, entendido como porvenir y proyecto. No, la vida no sólo es proyecto, sino también y sobre todo, pulsión y vértigo a no ser.
10 comentarios:
Por una parte seguimos presos de la idea platónica de que es preciso educar el deseo para que corra parejo a la voluntad y ambos sean guiados por la razón. Sin embargo, como dices, el deseo también tiene algo de indómito. Aunque también esta es una herencia del romanticismo: la de la pasión que en su fuerza irracional arrasa todo lo que toca en pos de un único fin. Creo que en cran medida nuestro tiempo se siente decepcionado con ambas ideas: ya no hay lugar para el héroe, para el genio y ni siquiera para el hombre prudente. Y ahí estamos sin saber muy bien qué hacer frente a la virtud, el ímpetu y el desengaño...
En efecto, Alba, ya no hay lugar para héroes, genios o términos medios, pero creo que en esta ocasión el acierto de Kubrick es prevenirnos de este humanismo reconfortante que nos dice que la vida y su sentido están en nuestras manos. Somos proyecto, pero sólo desde la perspectiva del yo; porque desde la perspectiva de lo otro (lo inconsciente) no tiene cabida el ser, el sentido ni la proyección. El inconsciente no funciona proyectando, ideando o confabulando; y por eso escapa a la razón narrativa. Saludos
Saludos David, interesante entrada.
La eterna lucha entre autocontrol y deseo, entre razón y pasión es una de las contradicciones inherentes al ser humano.
Entre otras cosas, tu reflexión me ha recordado a narraciones como la del Dr. Jekyll o la de la batalla entre dos lobos que se produce en el interior de cada persona.
Se trata de un tema muy complejo y que da para mucho debate.
Para no extenderme mucho, únicamente voy a proponer una frase de Epicteto que me parece que guarda relación con el tema: "La libertad no se consigue con la saciedad de lo deseado, sino con la supresión del deseo".
Muy buena la frase de Epicteto, en efecto, eso tratan los budistas. También Stevenson recoge en dicha obra el eterno conflicto entre razón y pasión, libertad y necesidad. Lo que me gusta de la propuesta de Kubrick es lo que Bohr llevó al campo de la física cuando analizaba la naturaleza dual de la luz: el principio de complementariedad. Es decir, ¿por qué resolver el conflicto teniendo que elegir entre uno de los contrarios?, ¿por qué tiene que haber un opuesto dominante y otro dominado?, ¿por qué no admitir los dos en el ser humano? Gracias por el comentario y saludos.
El encuentro con la alteridad, con la escisión constitutiva del animal simbólico que somos, con la falla que nos lleva a saber, pero siempre a través del agujero del vértigo, nos mueve, por un lado, a defendernos de esta caída, agarrándonos a los rituales, a los fetiches que borran cualquier diferencia, a negar el abismo de la vida a base de taponar la realidad con los actos que producen autosuficiencia y sensación de poder, es decir, al afianzamiento en la unidad narcisista. Por otro lado, nos hace posible un conocimiento necesario, que es, sencillamente, el de nuestra división, el de nuestra brecha por la que emerge el deseo, es decir, que nos hace susceptibles de conmovernos (de preguntar y de preguntarnos) más allá de nuestras sensaciones de poder y de conocimiento.
A saber: el deseo como algo que puede estar donde no queremos que esté, que, de hecho, está siempre al margen de la política de la unidad, de la supremacía de la conciencia, que está en las afueras del conocimiento vigente que dicta el poder de turno. El deseo de un objeto que ni está ni se le espera, o que se le espera porque ya no está. Sin embargo, es el deseo (esta poca cosa) lo que nos hace vivos, vivos de toda verdad y de toda belleza, que nos obliga, pese a la in-aprehensibilidad del objeto, a buscarlo y a encontrarlo, algo roto y desplumado de los oropeles del ideal, en la realidad que nos corresponde vivir.
Esto nos lleva a considerar que la Etica estriba en resistir al adormecimiento que provoca la sobredosis de la razón dictada que no tiene en cuenta ese ruido incómodo que molesta y no deja seguir durmiendo el sueño de los justos. No hay ética que no se fundamente en aceptar la alteridad como constitutiva de cada sujeto, más allá de la normativa de los preceptos, de los ritos fetichizados, de la liturgia, que, además, no cesa de hipertrofiarse tras el anuncio de la muerte de dios, que nada puede sino esconder y desvelar el vacío.
M.P.
Buen comentario, que desarrollado daría a una nueva entrada.
Hablais de deseo y, desde mi punto de vista, ello implica conciencia. Como en la película le sucede a Alice y a partir de su relato a su marido. Pero no sólo la raíz del deseo, sino que este mismo permanece con frecuencia escondido para nosotros. Camuflado bajo una explicación consciente que puede tomar forma de deseo. No se trata de la voluntad, donde cabría la prudencia o el heroismo, aunque sea autodestructivo, sino de ser arrastrados por ... Y ahí es donde David das de pleno -en este caso al menos- con el título de la entrada "deseo de no ser"
Salud
Estamos de acuerdo, muchas gracias por compartir tu reflexión que creo matiza algo esencial respecto de la naturaleza del deseo. Saludos
Muy interesante, veo que sigues con Kubric. Decirte que tengo ganas de leer una disección tuya sobre Senderos de Gloria.
Un saludo.
Gracias Sam, ya tendré ocasión para diseccionar la que creo es su obra más lograda. Besos
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