Problematizar una realidad, reducirla a su aspecto problemático, es una forma de poder. Quien está detrás se cree con la autoridad suficiente para ver el problema y legitimar los esfuerzos orientados a su solución. La educación en España es un problema, se dice, pero con la mirada puesta en un determinado ideario o plan de acción. Nadie ve problemas si no hay una voluntad de reducir y apropiarse de la realidad. Sin embargo, lo que no ve el poder, en cualquiera de sus máscaras, es que lo real no es visible (y menos, abordable) con el prisma del problematismo. Lo que ve quien quiere ver problemas son problemas, pero esto, precisamente, gracias a que la realidad no es problemática. Si la realidad lo fuera, no haría falta agudizar la visión con lentes o prismas. A nadie que se queda sin oxígeno se le ocurre consumir su energía en decir que le falta el aire. Lo que hace es buscar aire, no declarar que le falta. Por tanto, la pregunta no debe ser por qué es un problema la educación en España, sino "por qué se ve como un problema." Es algo que podrían abordar aquellos que tanto se afanan en idear caminos y soluciones.
Sin embargo, este ideario sólo revelaría el origen causal de determinada tendencia social y política que, lejos de reparar, busca afianzar su poder. El poder es voluntad de poder. El poder busca sólo su acrecentamiento, de ahí que no es por la vía del poder como podamos llegar a la enmienda y la reparación. Decíamos en la entrada anterior, desde una visión más próxima al fenómeno, que la educación es un encuentro, como el arte, la religión o la magia. Es un encuentro por el que se lleva al límite al pensar, por el que se pone al alumno ante la disyuntiva de ejercitarlo o renunciar a él. De ahí que, tras el encuentro, el alumno, ya vuelto sobre sí, entiende que el conocimiento es una empresa respecto de la que debe pronunciarse, si forma parte de ella, y entonces procura el ejercicio del pensar, o la rechaza, y sale de los rieles del aprendizaje y la enseñanza. Esta es la disyuntiva sobre la que todos, en tanto que seres humanos, dueños de nuestro pensar, debemos, tarde o temprano, pronunciarnos. Pero mientras sigamos poniendo empeño en idear y solucionar, como si la educación fuera problemática o contuviera aspectos problemáticos, no haremos más que alejarnos (y alejarles) de aquella disyuntiva, quedándonos fuera para siempre del espacio público del pensar.