lunes, 20 de octubre de 2025

Detención

Escribir es, ante todo, un acto de detención. Dejamos que el mundo siga para dar forma a un trocito de él.

 

viernes, 10 de octubre de 2025

Jaque al conseguimiento

Pese a lo valioso que es saber recibir, la vida moderna nos insta a iniciar movimientos de dirección totalmente distinta. Olvidamos que la vida, con su presencia y verdad, es recibimiento. Recibimos el nacimiento, pero también el primer amor, la dicha y la desdicha, la infancia y la vejez, la muerte del ser querido y la propia. Y es preocupante el modo como nuestras sociedades nos distraen de este hecho, haciéndonos creer que las cosas importantes son las que se consiguen y que en nuestro deber está destacarnos de los demás para ser quienes verdaderamente merecemos ser. «Hoy voy a conseguir todo lo que me proponga», leía el otro día en una de las paredes del instituto. Se nos educa en la promesa de alcanzar vidas mejores a base de entrenamiento y duro ejercicio, cuando lo verdadero solo puede ser recibido. Se nos enseña a obtener cosas, que si títulos académicos, una buena carrera profesional, infinidad de likes, una vivienda digna, una vejez tranquila, cinco o seis semanas de vacaciones al año, y nos perdemos en la carrera desenfrenada temiendo no ser nada por no conseguir nada. De pronto las metas conseguidas van pesando a nuestras espaldas y, cuando nos queremos dar cuenta, descubrimos que en la vida no hemos hecho más que conseguir cosas. «¿Qué has hecho en la vida?» Se nos pregunta. ¿Y por qué no «qué te ha dado la vida»?



sábado, 6 de septiembre de 2025

Saltos rutinarios

Los horarios imponen orden y disciplina donde antes no había nada. Pronto, muy pronto, tendremos que adecuar nuestros relojes y despertadores a las pautas que los días repetirán. Quizá, una o dos mañanas sean más llevaderas, quizá podamos dormir un poco más o salir un poco antes. Pero también esto acabará normalizándose y tendremos sed de fin de semana. Sin embargo, la rutina, el orden, la disciplina, son, al mismo tiempo, condición para salir de ellos e iniciar nuevas partidas. Por ejemplo, para encontrar esos momentos de perfecta regularidad que dejan vacante la mente pudiendo diseñar nuevos planes de acción. O para descubrir en la uniformidad el trampolín que necesitamos y asaltar nuevos universos. La rutina nos abre a ese espacio de relativo sosiego desde el que poder trabajar más ofensivamente, provocando cuanto nos rodea descubriéndolo de manera distinta, llevando al conocimiento a nuevas temperaturas, generando en los alumnos nuevas formas de pensar que, de otra forma, doblegadas a la obediencia que impone la disciplina, jamás hubieran tenido lugar.


domingo, 31 de agosto de 2025

Comienzo de curso

¿Qué nuevas aventuras nos deparará el nuevo curso? ¿Qué haremos para que sea, de nuevo, un año inolvidable? ¿Cuáles serán los esfuerzos que nos sobrepasarán y cuántas las noches que no dormiremos para llevarlos a cabo? ¿Qué curvas tomaremos y cuáles dejaremos atrás para siempre? ¿De qué llanuras nos aburriremos y en cuáles nos sentiremos reconfortados? ¿Qué nuevos filósofos y filósofas aprenderemos en el curso del conocimiento? ¿Abriremos lo suficiente las puertas para que llegue lo inesperado? ¿Jugaremos a ser dioses y evitaremos el castigo de la desmesura? ¿Nos vacunaremos contra el sistema y lo buscaremos para continuar explorando? ¿Aprenderemos mucho o aprenderemos poco? Iniciar el curso es abrirse a uno mismo, a lo que podemos lograr y a lo que pueden hacer que logremos. Esencialmente, es un acto de compromiso y de coraje.



martes, 5 de agosto de 2025

Llevados de la mano

No buscamos, sino que somos enviados al origen. Nos empeñamos en recordar, en construir vidas que no fuimos, en conquistar cimas que poco o nada tienen que ver con nosotros. Nos empeñamos en conducir, cuando somos llevados de la mano.

¿QUÉ ES EL LIBRO?



domingo, 6 de julio de 2025

Escondidos

Hay un momento a partir del cual lo peligroso, lo abrasador, no es la luz que nos llega de fuera sino la que brota poderosamente desde nuestro interior. Es el momento en el que el espectador descubre, no sin asombro, que su mirada, escondida, persistente, incisiva, ha producido sobre el mundo cambios lo suficientemente graves como para tener que protegerse de una amenaza que antes no existía. Es la reacción del voyeur, del morboso mirón, del insaciable curioso, que descubre atónito que lo que empezó siendo una mirada ingenua, distraída, puede terminar convirtiéndose en verdadera tragedia. Y es que la mirada, cuando no es la del niño que mira a su madre o a la luz del primer día; cuando es intencionada y se clava sobre el objetivo como haría el cazador agazapado; y más todavía, cuando es persistente, obsesiva, visceral, es potencialmente agresora e hiriente. Hay miradas que matan, que destruyen no sólo lo mirado sino el cuerpo que mira. El cine y la literatura se llenan de mirones de todas clases, de morbosos personajes que no terminan de soportar la monotonía de una vida vulgar y se lanzan a escenarios provocados por una mirada que parece haberlos escogido para desplegarse en  todo su potencial.


                                          Terciopelo azul (1986)

El cine de David Lynch es una mirada hacia las profundidades del ser humano de quien se sitúa fuera de sí mismo, retirándose del parloteo interior de las preocupaciones y asomándose a lo que el mundo pueda disponer. Es una mirada paciente, persistente, escondida. La mirada escondida es también refugio de quien teme ser mirado. Sitúa a los personajes de sus películas –pienso, por ejemplo, en Terciopelo azul y Mulholland drive- en primera escena, como haría el maestro Alfred Hitchcock de La ventana indiscreta. Son personajes asfixiados por la cotidianidad que buscan en lo otro lo que no encuentran en sí mismos. Se esconden bajo la cama, en la oscuridad de un armario ropero, en la soledad de la noche alumbrada, y esperan a que se sucedan las cosas que no pueden ver quienes viven apegados al murmullo interior y a las preocupaciones cotidianas. Su morbosa curiosidad los obliga a retirarse del escenario de la existencia y a salir de la trama de obligaciones para situarse en el espacio de lo recóndito. Como el personaje de Wakefield del relato de Nathaniel Hawthorne, abandonan la penosa tarea de cargar con su vida para situarse fuera de cualquier alcance y ver con mirada telescópica lo que el mundo tiene que mostrar.

sábado, 28 de junio de 2025

Final de curso

Noches de ensueño y desenfreno, de ríos que pasan mientras las aguas se llevan las impurezas de la memoria. Apagones temporales y vahídos amarillos en la terraza de los fumetas. Palabras afectivas que se dicen con las manos y bailes infantiles mientras los corazones laten con la fuerza de entonces. Cubatas de exceso arrojados al vacío, y otros que vuelven para seguir bailando hasta el último de los ratos. Compañeros que son amigos cuando preguntan por el sentido de tu último libro, o cuando ves que otros han hecho casa en el instituto de Miralbueno. Familias que se recogen para emprender el nuevo día, o la semana, con eso de que también hay lunes y martes. Palabras temblorosas que no sabías si decirlas hasta la segunda cerveza. Abrazos que te dicen que irás también el curso que viene, compañeros que se van y otros que quedan. Bancos desalojados, canciones olvidadas, chupitos no bebidos, sonidos que no llegan, y recuerdos que no arrancan. Noches de luz donde los gestos dicen más que las palabras porque ya no importa lo que digas. Pequeños rencores y aclaraciones, perdones y gracias, que se van con el último cubata antes de abandonar la sala. Rituales necesarios, que nos devuelven a la vida y hacen del siguiente curso el curso que viene. Momentos de amistad, gozo, desvergüenza, donde ya solo quedan las hojas para taparnos los genitales y seguir bailando el resto del verano.