¿Nos acordamos del día que el mar tocó nuestras manos? Porque fue el mar lo que debió acercarse a nosotros, todavía desprovistos de enojos y preocupaciones. No iríamos nosotros corriendo a buscarlo, ni mucho menos a conseguirlo. El mar es de esas cosas que se escurre entre las manos de quien trata de apresarlo. El mar pertenece a ese género de cosas que no son conseguibles, que se sustraen al influjo del empecinamiento y de la voluntad, desmedidos. Por eso, el mar serena a quien lo mira, y te pregunta impertérrito que por qué lo miras.
Sí, el mar vuelve sobre ti, si lo sabes
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