La última palabra debe ser la más vieja, la más sabia. Sí, también las palabras envejecen, solo que nunca mueren, y por eso rebrotan incansablemente y nunca terminan de anquilosarse. Pero la última, la que pongamos ahí delante, en el folio en blanco, en la frase inacabada, en la intuición naciente, debe ser la más vieja, la más sabia.
La filosofía, diría que el conocimiento todo, es camino, hecho a base de palabras, de vanos intentos por llegar a algún sitio, pero que, precisamente por ello, nos permiten seguir haciéndolo. Hay quienes mueren sin haber comenzado a andar. Los hay que dicen ser avezados caminantes y no han pasado de la máscara, o de la cáscara, como dirían los sabios Ludwig Wittgenstein o Guillem Martínez. Hay que olvidarse de ellas, que son trasiego, sombras de opiniones, vanos intentos de disimular el fruto. Hablemos con gravedad, hagamos camino, permitamos a esa palabra vieja, sabia, tener un lugar.
3 comentarios:
Disculpa mi ignorancia, ¿quién es Guillén Martínez?
¿Por qué la palabra vieja? ¿Por su semántica o por su pragmática?
¡Ojo! porque como dices varios artículos antes (1-10-17), no son buenos los anacronismos.
Salud
Guillem, Guillem, mea culpa. Error de transcripción. Palabra vieja, sabia, por su inevitable conexión con la experiencia de quien la escribe. Cada vez creo menos en las Historias de la filosofía, con sus relaciones y derivaciones, y más en la filosofía como historia, pero la de cada cual, la de quien escribe. A todo ello subyace una ética, que nada tiene que ver con las éticas de la autenticidad. El "yo auténtico" también es resultado de esa búsqueda incansable de la palabra más vieja, más sabia. La autenticidad, llevada al extremo, impone un camino que no tiene por qué ser el tuyo, el tuyo propio. La ética que aquí se esboza presupone una conexión de la palabra con la experiencia vivida, pero la de cada cual, la singular, muy rara vez compartida. La palabra, por vieja, nace y muere en uno mismo. Saludos
Periodista y escritor. Enlazo en la entrada sus palabras sobre la cáscara y el fruto...
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