Existe una suma notoria de escritores europeos que consiguieron sobrevivir los totalitarismos, la barbarie y el derrotismo, que caracterizaron buena parte de la historia política del siglo pasado, mediante una disposición interior, un talante diría yo, que luego se traduciría en una obra poética, filosófica acorde a dicha actitud. Éste es el caso del escritor alemán Ernst Júnger cuya vida recorrió casi la totalidad de un siglo marcado por el totalitarismo, la destrucción y el desarraigo.
En el excelente episodio que dedica el ensayista y poeta Adam Zagajewski (otro de estos escritores exliados, pínchese http://www.acantilado.es/ficha.asp?id=293 ) al pensamiento de Ernst Jünger en Dos ciudadaes (1995), presenta a éste como un autor de espíritu esencialista necesitado de descubrir el sentido del mundo en cada uno de sus rincones: "Jünger percibe el mundo como un todo extremedamente diverso, donde cabe una infinidad de cajones llenos de especies, órdenes, subespecies, tipos, peculiaridades y excepciones. La realidad es compleja, pero está jerarquicamente estratificada. No es una coincidencia que para Jünger una de las mayores autoridades fuera el botánico sueco Linneo. La contemplación a la que Jünger se entrega no parece salvaje ni caprichosa; además de ser fuente de un placer estético, contiene momentos de clasificación del todo racionales. El nombre latino de una flor corona un acto de contemplación casi erótica. Lo mismo ocurre con los minerales. Diría más: ¡los humanos no constituyen ninguna excepción en este sentido¡"
El escepticismo de Zagajewski respecto a la validez de esta concepción esencialista le lleva a considerar a Jünger como un escritor de la ambigüedad y su literatura como un vasto juego de metáforas, inteligentes e ingeniosas, capaz de empañar y ocultar una realidad llena de una violencia brutal e incomprensible. En efecto la concepción del mundo que sostiene Jünger se construye desde unos intereses y expectativas que también animaron los grandes sistemas clásicos esencialistas. El anhelo de entender el mundo, de descubrir su sentido y su fundamento primero, el lugar y papel del hombre él, ha impulsado todos los grandes sistemas idealistas y racionalistas a los que Jünger, paradójicamente, se enfrenta desde los comienzos de su obra. Se trata de un anhelo de hacer comprensible el mundo, de encontrar una razón de ser a cada una de las acciones de una época marcada por la barbarie y la destrucción, en definitiva, de hacer habitable un mundo que de por sí se presenta deshumanizado e inhóspito.
Porque..., ¿hay alguna forma más eficiente para vencer la barbarie y los totalitarismos, la angustia y el desánimo, que vestir al mundo de un ropaje de sentido y conseguir que éste se muestre compensible, que cultivar un sentimiento estético del mundo por el cual descubrir su belleza?
Dejo en Un rincón para jüngerianos una serie de páginas que podéis visitar para acercaros a conocer la obra del excelente pensador alemán.
6 comentarios:
La acepción "ropaje" merece un comentario más amplio. Saludo tu reflexión como un auténtico esfuerzo por salvar el pensamiento jüngeriano de las aprehensiones simples y predeterminadas hechas por ciertos espíritus religiosos pretendidamente "leídos".
Cierto es que algunos intérpretes consideran que la concepción de Jünger del mundo se fundamenta una experiencia de naturaleza religiosa, yo pienso que en todo caso se trata de una experiencia estética. De lo que se trata es de 'educar la mirada' para que se descubra la realidad de diferente modo, para que se 'haga patente' aquello que es evidente a la intuición.
Precisamente ese mundo de barbarie al que se enfrenta Jünger (y toda una generación) es un mundo humano. Creo que lo que tanto Jünger como otros buscan en esas pretendidas esencias es despojar al mundo de su costra humana y recuperar lo previo a toda esa barbarie humana (¿demasiado?). Pero a mi me da que tras su llamada a las esencias sólo contesta el eco.
Precisamente porque las esencias resultan ser un artificio humano digo que esta actitud esencialista (esencializadora, sería mejor) del pensador alemán (y de otros muchos) responde a una necesidad de hacer comprensible el mundo, más si de suyo resulta amenazante, inhóspito. Si hacemos inteligible el mundo éste acaba mostrándose menos amenazante, podemos confiar en él.
En el fondo, creo que de lo que se trata es de sobreponerse a la vanidad de los asuntos humanos. Tanta destrucción, tanta barbarie, y al final para qué, ¡debe tener una finsalidad, un sentido¡
Pero las esencias no pueden ser humanas. Vaya esencias, si no.
Bueno, algo de humano han de tener para que puedan (pretendidamente) ser conocidas
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