El sueño, esa disolución temporal del yo, nos familiariza con la muerte, y cuanto más profundo es el sueño, más familiar nos es. El pobre de Cioran era insomne, y quizá por ello nunca acabó de despreocuparse de la muerte, de familiarizarse con ella. Se diría que Cioran quiso hasta el final mantener viva su consciencia, como un enfermo que en estado terminal se resiste a conciliar el sueño por temor a que en ese momento se desvanezca su yo.
Entre exámenes, correcciones, evaluaciones, y otros menesteres, aprovecho este momento para mostraros un pensamiento genial del escritor rumano que ejemplifica lo dicho:
"Se cambia de ideas como de corbatas, pues toda idea, todo criterio viene de lo exterior, de las configuraciones y los accidentes del tiempo. Pero hay algo que viene de nosotros mismos, que es nosotros mismos, una realidad invisible, pero interiormente verificable, una presencia insólita y de siempre, que puede concebirse en todo instante y que no nos atrevemos jamás a admitir, y que no tiene actualidad más que antes de su consumación: es la muerte, el verdadero criterio..." (Emil Cioran, Breviario de podredumbre, Taurus, Madrid, 1972, p.27)
1 comentario:
me parece muy interesante este tema
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