viernes, 26 de abril de 2019

Libertades sin habla

Ahora resulta que la tendencia política a convertir todo en anglosajón, como si lo hispano no fuera suficiente bien para tener que dedicarnos a ello, se traduce en programas pedagógicos que, como uno de los últimos de los inventos bilingües implantados en nuestra educación, exigen para su desarrollo que los alumnos participantes del programa vean mermada su libertad de elección conforme avanza su itinerario. La ocurrencia legislativa de poder convertir cualquier materia (optativa o troncal) en lo que ahora se denominará una materia bilingüe, explica el hecho de que los alumnos de un mismo curso y de un mismo centro, sujetos todos ellos a las mismas necesidades educativas, no puedan optar al mismo elenco de asignaturas que por currículo les corresponde. Mientras que a los alumnos castellanizados se les abre una opción amplia de asignaturas, los alumnos “bilingües” topan, por ejemplo, en 4º de ESO con que no pueden elegir Filosofía o Cultura Científica (ni en castellano ni en extranjero) porque no son materias “bilingües”. Y, digámoslo con mayúsculas, LA LIBERTAD SE FUNDAMENTA EN LA POSIBILIDAD DE ELECCIÓN. ¿Será entonces que los alumnos “bilingües”, hermanados en la conquista hacia ese título de inglés, francés o alemán, merecen menos que los alumnos no bilingües? ¿O será que el reclamo que han de pagar por llevar en sus espaldas el sello “bilingüe” es, precisamente, el daño moral de ver mermada su capacidad de opción?

Sí, el autoritarismo de la voluntad todo lo justifica, y también esto. Como los padres eligieron voluntariamente matricular a su hijo en el programa, se dice, cualquier itinerario es legítimo, incluso aquel que contraria el principio de libertad de opción y de igualdad de oportunidades. Pero, ¡ay!, ¿cómo podría ser legítimo un itinerario educativo que, violentando la optatividad del alumno, no responde a ninguna necesidad educativa, sino al capricho de unos claustros temerosos de quedarse sin el sello de “centro bilingüe” o de unos padres ilusos de que la angloesfera dará trabajo a sus hijos? ¿Cómo podría justificarse que un programa, basado en un modelo inclusivo y de igualdad de oportunidades, violente estos mismos principios y siga, a pesar de eso, su marcha hacia adelante? ¿No será que lo que impera es la feroz lógica del poder, «haciendo todo lo que se puede hacer» y deshaciendo lo que, gracias a Dios, todavía indigna a algunos corazones?

6 comentarios:

Robin de los bosques dijo...

Suscribo todo cuanto dices. Creo que has dado absolutamente en el clavo. Y, ojo, te quedas en una parte del problema, porque de hecho, el bilingüísmo tal y como se está implantando atenta directamente contra el principio de escuela inclusiva que debe atender a la diversidad.
Todo esto sin cuestionarnos el bilingüísmo en sí.

David Porcel Dieste dijo...

En efecto, querida Robin, hay mucho tomate. Un abrazo grande

M. A. Velasco León dijo...

El mal llamado bilingüismo, porque ni lo es ni consigue siquiera que aprendan el idioma en condiciones. No sólo lo he visto en mis alumnos sino en hijos de mis amigos, en los amios de mis hijas y en mis hijas mismas. Hasta que no han estado una temporada en un país extranjero y han tenido que enfrentarse a cierto nivel de supervivencia (no física, pero sí socio-emocional), no han adquirido la lengua en condiciones.
Algo falla en nuestra sociedad española con la enseñanza de las lenguas y los programas "bilingües" en absoluto lo han solucionado.
Y no me voy a meter con el problema planteado por Robin ...
Salud

David Porcel Dieste dijo...

Así lo veo también, y quizá el aspecto más positivo de los mal llamados programas bilingües sea el conjunto de intercambios y salidas extraescolares asociados a ellos. Pero, por favor, si se implantan, que no sea devorando los planes de estudios y principios como el de igualdad de oportunidades o de libertad de elección. Gracias por compartir esa experiencia. Abrazos

Unknown dijo...

Muy deacuerdo, con tú opinión sobre el bilingüismo en los centros educativos

David Porcel Dieste dijo...

Gracias, pero me temo que en esto tampoco la razón sola puede cambiar las cosas.