sábado, 8 de febrero de 2020

Autoaflicción cultural

Hay una tendencia creciente en los centros escolares a tener que demostrarse que son centros culturales, con iniciativas como semanas culturales, conmemoraciones y efemérides de toda índole, actos sacados de contexto pero que a todos nos saca de contexto. Uno tiene la sensación de que no trabaja lo suficiente por la cultura, o el conocimiento de sus alumnos, que sus maratonianos años de lectura y dedicación se quedan cortos para dicha labor, y que, en definitiva, no hace todo lo que podría hacer por educar bien a sus alumnos. Se trata de una tendencia inercial, que a no pocos arrastra, y que sirve además de espejo donde reflejarnos y darnos una identidad. No sé si alguna vez fuimos newtonianos, kantianos o shakesperianos, pero ahora somos "bilingües", "inclusivos" o "innovadores", algo alejado de nuestra realidad más próxima. Yo tenía en mente una idea muy distinta del sentido de las actividades conmemorativas, pensaba, ingenuo de mí, que debían de servir al único propósito de visibilizar el valor adulto del conocimiento. O eso aprendí siendo un adolescente, cuando veía a todo un centro desplegarse con la llegada de alguna figura de la literatura o de las ciencias.

Sin embargo, aquella tendencia, que empieza a ser ya asfixiante, esconde algo muy valioso, algo que siendo advertido puede devolvernos nuestra identidad camuflada. Esconde, digámoslo así, una cierta sensación de inconformismo, o de insatisfacción, que se manifiesta cada vez que alguien propone otra cosa o quiere añadir un nuevo ingrediente al plato. La insatisfacción es la llave del cambio, el motor inmóvil que todo lo mueve, incluso realidades volátiles como el conocimiento. Y ahí va mi consejo: aprendamos de ella, vivámosla hasta el fondo, y quizá descubramos qué es lo que nos pasa para querer autoafligirnos con tanta sobrecarga cultural y volvamos, aunque sea por unos momentos, a sentir bajo nuestros pies.

6 comentarios:

Robin de los bosques dijo...

Solo te diré que leer este artículo me tranquiliza enormemente. Creo que comentarlo daría para un par de cafés y además es un tema es que tratas, que me está empezando a enfadar realmente y prefiero ser comedida.
No obstante decir, que algunas de las actividades que planificamos parece que buscan más el parecer que el ser.
Recuerdo con viveza el día que José Luis Sampedro vino al centro donde estudiaba a hablarnos del oficio de escritor. Una hora que a muchos nos cambió para siempre la forma de acercarnos a la vida. Eso sí, no hubo foto para subir a la web.
Parece que no es tarea fácil la de sentir el suelo bajo los pies.

David Porcel Dieste dijo...

Muchas gracias por tu testimonio. Un abrazo

M. A. Velasco León dijo...

Pues sí, esla sociedad del espectáculo en los planes educativos y en la tendencia de los centros. En parte provocada por la competencia entre ellos, la cual también nos lleva a la visión de la educación como servicio en el que el cliente lleva siempre la razón y esto se debe a...
como dice Robin esto da para varios cafés, pero acompañados de copa, puro y sobremesa que se alarga hasta la cena.
Estamos en época se suelos ficticios, también en los centros docentes.

David Porcel Dieste dijo...

Justamente es lo que quería reseñar: suelos ficticios que, me temo, a veces olvidamos que lo son. Lo que me sorprende es que nadie se levante y diga: "Vale ya. Hasta aquí hemos llegado"

M. A. Velasco León dijo...

Tendremos que decidirnos nosotros, aunque nos señalarán con el dedo por nuestra incorrección. Los unos por miedo a ser señalados ellos y los otros porque ya hace tiempo que entregaron su mente y lo ven como incorrección.

David Porcel Dieste dijo...

Tal cual