viernes, 31 de octubre de 2025

Los días en la educación

Los días en la educación son como aquellos veranos de los pueblos, cuando las nubes se convertían en luz que hacía cálida el resto de la tarde. Los días en la educación son de lloros y de risas, de alegrías y de penas, de tropiezos y de tropezones, de panes y bizcochos, de reuniones y palabras que a veces se pierden pero que no por ello cabalgan solas. Los días en la educación son de encuentros y de sustos, de anhelos y agradecimientos, de miedos y sudores, cuando todos, adultos o niños, profesores o conserjes, nos hacemos más humanos. Los días de la educación son de timbres y protocolos, de ritmos y acelerones, de avisos y de alarmas, de sueños no dormidos y noches acompañadas. Y son días de aciertos y desaciertos, de juicos y prejuicios, de asaltos y sobresaltos, cuando nos acercamos a los otros para pedirnos, solo, una sonrisa. 

Los días en la educación son días de amor y aventura, cuando la vida te decía que es ahí donde tienes que estar.


martes, 28 de octubre de 2025

Pueblos

Los pueblos nacerían de la confianza y la necesidad. Se asentarían sobre tierra fértil al lado de un río y esperarían crecer juntos. Sus gentes irían a llenar su cántaro de agua mientras las campanas anunciarían la llegada del crepúsculo. Los niños reirían y las madres despreocupadas harían sus labores. Los pueblos aguardarían a ser calentados por el sol y enfriados por la noche, como queriendo permanecer unidos por la confianza y la necesidad.






“Después de lo que he visto no creo que pueda confiar en nadie nunca más. Pero eso es terrible. Es mucho peor que los ladrones, los tifones, las enfermedades y las guerras.” (Akira Kurosawa, Rashomon)

lunes, 20 de octubre de 2025

Detención

Escribir es, ante todo, un acto de detención. Dejamos que el mundo siga para dar forma a un trocito de él.

 

viernes, 10 de octubre de 2025

Jaque al conseguimiento

Pese a lo valioso que es saber recibir, la vida moderna nos insta a iniciar movimientos de dirección totalmente distinta. Olvidamos que la vida, con su presencia y verdad, es recibimiento. Recibimos el nacimiento, pero también el primer amor, la dicha y la desdicha, la infancia y la vejez, la muerte del ser querido y la propia. Y es preocupante el modo como nuestras sociedades nos distraen de este hecho, haciéndonos creer que las cosas importantes son las que se consiguen y que en nuestro deber está destacarnos de los demás para ser quienes verdaderamente merecemos ser. «Hoy voy a conseguir todo lo que me proponga», leía el otro día en una de las paredes del instituto. Se nos educa en la promesa de alcanzar vidas mejores a base de entrenamiento y duro ejercicio, cuando lo verdadero solo puede ser recibido. Se nos enseña a obtener cosas, que si títulos académicos, una buena carrera profesional, infinidad de likes, una vivienda digna, una vejez tranquila, cinco o seis semanas de vacaciones al año, y nos perdemos en la carrera desenfrenada temiendo no ser nada por no conseguir nada. De pronto las metas conseguidas van pesando a nuestras espaldas y, cuando nos queremos dar cuenta, descubrimos que en la vida no hemos hecho más que conseguir cosas. «¿Qué has hecho en la vida?» Se nos pregunta. ¿Y por qué no «qué te ha dado la vida»?